Sea lo primero como introducción a este escrito, hacer las siguientes reflexiones: ya todos los seres humanos conocemos sobre la problemática ambiental, tanto de manera global, en Colombia, regional, local y empresarial, así como sus fórmulas de solución; no podemos seguir viviendo ante un desequilibrio ecológico, y tampoco como hombres estúpidamente inteligentes, es decir, el hombre no puede seguir viviendo con su brutal petulancia; algo muy importante es que la civilización humana no puede seguir llena de disparates.
Después de las anteriores reflexiones, pasamos a tratar asuntos de relevante importancia y que no han sido tenidos muy en cuenta para la grave incidencia en que se debate toda la humanidad en cuanto a la biodiversidad y el cambio climático.
Abordamos la huella ecológica en primera instancia que es lo que mide “la superficie necesaria para producir los recursos consumidos por un ciudadano medio de una determinada comunidad, así como la necesaria para absorber los residuos que genera, independientemente de donde estén localizadas estas áreas”. La ilusión de que hay un inagotable cuerno de la abundancia al servicio de nuestro consumo se desvanece como el humo cuando calculamos nuestra huella.
Tenemos un planeta Tierra, con aproximadamente una cuarta parte de su superficie productiva: existen aproximadamente 12.600 millones de hectáreas productivas, incluidas áreas marinas y tierra firme. Como las personas no somos los únicos habitantes del planeta, debemos preservar inalterada, al menos, el 10 % de esta superficie para otros seres vivos, lo que supone que nos quedan 11.340 millones de hectáreas disponibles para los seres humanos. Si dividimos esta cifra entre los habitantes del planeta, veríamos que a cada persona le corresponde un pedacito del pastel productivo de aproximadamente 1.7 hectáreas, de las cuales 0.25 hectáreas serían de uso agrícola, 0.6 de prado, 0.6 de bosque y el resto iría destinado a terrenos modificados (ciudades, carreteras, fábricas…).
Las anteriores cifras son variables de acuerdo con las intervenciones humanas. Si empleáramos el agua, la madera, los alimentos y, en definitiva, el conjunto de bienes que pueden producir esas 1.7 hectáreas de forma sostenible, podríamos pensar que nos mantenemos dentro de la capacidad de carga del planeta.
Para este tema, los cálculos más fiables de la huella ecológica son los que se hacen en el ámbito nacional, considerando todos los recursos que una nación consume y los desechos que genera. El consumo nacional se calcula sumando a la producción nacional las importaciones y restando las exportaciones. Para calcular la media por individuo basta con dividir la huella nacional entre el número de habitantes del país.
Pero como quiera que este tema es tan importante conocer por todos los seres humanos, consideramos necesario profundizar un poco al respecto.
En primer lugar, hay que decidir qué comunidad (país, ciudad, región…) queremos estudiar y elegir un periodo de tiempo. A continuación, se busca para dicho año cuánto consume esa población para cubrir sus necesidades alimentarias, energéticas, de materias primas y de suelo. Se trata de conocer cuántos campos de cultivo se han necesitado para producir alimentos, forrajes y materiales primarios; cuánto de pastos nos provee de huevos, carne o leche; la superficie forestal necesaria para obtener nuestra madera; el espacio máximo necesario para los productos pesqueros que consumimos; el territorio construido ocupado por nuestros pueblos, ciudades, viviendas, carreteras e industrias, y, finalmente, la energía que necesitamos que se traduce en la superficie forestal necesaria para absorber el CO2 desprendido de la quema de los combustibles fósiles. Dentro de este cálculo del 12 % del territorio se reserva para la conservación de la biodiversidad.
Como quiera que todo no queda aquí, hay que sumar todas las superficies y dividiéndola entre los habitantes del área estudiada obtenemos la huella ecológica per cápita. Una vez conocido este dato nos interesa descubrir si la comunidad estudiada es sostenible o no, para ello hemos de conocer el terreno productivo del que dispone. Si su ritmo de consumo produce una huella mayor que el territorio disponible, entonces tenemos “déficit ecológico”, es decir, consumimos más tierra de la que disponemos. Esto significaría que nuestro consumo estaría basado en el uso de tierras productivas de otros lugares o bien que estamos trasladando la contaminación a otras áreas del planeta o a generaciones futuras.
Cuando los expertos han hecho los cálculos han comprobado que cada persona excede en aproximadamente un 30 % la superficie productiva que le corresponde, siendo de la huella humana de 2.85 hectáreas/persona. Sin embargo, las “medios” frecuentemente ocultan grandes diferencias en el reparto, y la razón por la que algunos países pueden sobrepasar con creces su biocapacidad es porque otros no se comen la porción del pastel que le corresponde. En lo que hemos investigado encontramos que mientras la huella de un ciudadano de Bangladesh es 0.5 hectáreas, la de un estadounidense medio es 9.6 hectáreas. Esto significa que si todos los habitantes de la Tierra consumiéramos como un norteamericano, necesitamos al menos tres planetas como la Tierra disponible para ordeñar sus recursos energéticos y materiales.
Lo anterior, nos lleva a deducir que como no hay tres planetas a nuestra disposición, en el momento en que todos los países entren en la misma carrera de consumo se desencadenaría una crisis social, económica y ecológica sin precedentes.
Pero como en este escrito hemos titulado que también trataríamos lo correspondiente a los árboles, lo hacemos sobre la significación de este gran eslabón de nuestra naturaleza, y digamos que sirve para capturar o remover el carbono de la atmósfera, como podemos decir que es la única alternativa, y para conservar los árboles necesitamos buenos suelos. La razón es que por ser sumideros de carbono y por permitir la regeneración de la capa vegetal.
Hoy en el mundo estamos entendiendo que se hace necesario sembrar árboles, pero claro no todos los suelos están preparados y listos para recibir a los árboles que se quieren sembrar y esta actividad de querer sembrar árboles nos lleva a muchos a entender que esto trae compensación y una de ellas en la recuperación de los suelos. Nota: en el próximo escrito continuaremos para la terminación de este importante tema.
Por: Hernán Maestre Martínez