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Huele a Navidad

“Las luces en Navidad son más bonitas son como la bendición de una mamá, a mí siempre me acompaña una estrellita, me cubre contra la envidia y la maldad, es mi madre linda…”
El aparte transcrito corresponde a la canción titulada “A mamá” de la autoría de Félix Carrillo Hinojosa incluida por Poncho y Emilianito en el LP titulado “Hermanos Zuleta 95” que dieron a conocer del público en el mes de noviembre de 1994 la cual vino a mi mente a propósito del tema que ocupa nuestra atención.

Huele ya a natividad, el alboroto de la gente indica que está próximo a nacer el Niño Dios concebido por María su madre por obra y gracia del Espíritu Santo, el ambiente que se respira es diferente, casi nadie le está prestando atención a los asuntos serios, los engañadores deambulan carpeta en mano y sus portafolios en el sobaco buscando incautos para pedirles plata “pa arregla la Navidad”, en las oficinas públicas donde se llega a realizar trámites la gente está ocupada lamentando que trabajo hay pero plata no.

Mientras observamos esos comportamientos usuales en estos tiempos macondianos, echamos de menos la alegría desbordante que disfrutábamos en los tiempos de nuestra inocencia supina, no olvidamos que para recibir la noche buena debía estar debidamente motilado para ello mi tío Chombo me encarapitaba sobre la caja de herramientas de mi abuelo, la cual colocaba sobre un taburete debajo del palo de matarratón.

Los regalos de ahora para los muchachos son más sofisticados, hay más tecnología pero no tienen la gracia que tenían los que yo recibía, hace falta algo que para mí era muy importante, el olor de mi hamaca rayá, los regalos colocados en el arbolito, en la cuna o al lado de la cama no tienen la misma emoción que yo experimentaba cuando sacaba la cabeza de mi hamaquita y miraba debajo y allí estaba la sorpresa que el Niño Jesús había traído especialmente para el rey de su madre, aquello era indescriptible, de un solo tamacazo me tiraba al suelo para saber de qué se trataba.

Cada 25 de diciembre parecía calcado del anterior, me bañaba y ponía la ropita temprano para ir donde mi madrina Olga a recibir la bendición y “la cuelga” que era un regalito en dinero o en especie que para mí era muy significativo, organizaban bailecitos para niños durante todo el día con picó que funcionaban con motor de gasolina y su dueña contaba cada hora de música con granos de maíz y había gente que a escondidas les devolvían granos de un lado para el otro para extender el tiempo.

Añoro las noches iluminadas por la luna maravillosa que derramaba su luz hermosa sobre mi pueblo, echo de menos el frio de las noches decembrinas en mi casa de techo de zinc que en las madrugadas destilaba agua en los alares, añoramos los arbolitos aquellos que no se compraban sino que se hacían en mi casa con sus palitos con espinas cubiertos por el algodón pegado con engrudo de almidón y sus bolas multicolores que con nuestras sombras tutelares eran el centro de la paz y el escenario colmado de bienaventuranzas que nos daba la felicidad, el gozo y la dicha que ya no existe

En esta Navidad pedimos a Dios que en su sabiduría devuelva el tiempo para volver sentir el calor de mis viejos, para recibir las bendiciones y sus abrazos, volver a escuchar a mi primer maestro mi padre honrado, y sentir la mano sobre mi cabeza de la reina mía la madre que me pario, la viejita complaciente que me consentía, el alma de la casa, para darle los masajes que le gustaban y cortarle las uñas como le gustaba que yo se lo hiciera.
La Navidad sin ellos ya no es igual, me hacen falta, hay un vacío en mi corazón.

Luis Eduardo Acosta.

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Luis Eduardo Acosta Medina: