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Homenaje a Pedro García

Por Luis Augusto González Pimienta

Se anuncia que el Festival Vallenato del año entrante se hará en honor de la dinastía de los López. Por donde se le mire es una excelente y justa determinación.

Me sirve la noticia para retomar la idea que lancé hace cinco años de hacerle similar reconocimiento a Pedro García Díaz. Dije entonces que hay personajes que son inmortales. Cualquier tributo terrenal resulta poco ante la grandeza de sus ejecutorias. Dentro de esos personajes inmortales se cuentan Alfonso López M., Consuelo Araújo Noguera y Rafael Escalona, cuya estela vital no disipará el tiempo. Hay otros individuos, muy valiosos, que es preciso exaltar para que no sean olvidados.

Pedro nació en Atánquez en 1937 y murió en Valledupar en 2007 cuando participaba en el concurso Rey de Reyes de la canción inédita. Bachiller del Loperena y abogado de la Universidad Libre de Bogotá, sembró la música vallenata por todas partes, mucho antes de que se organizara una competencia de esta índole. Baste recordar su participación en los años sesenta en el programa Meridiano en la Costa de Radio Santa Fe de Bogotá, al lado de Víctor Soto y Pablo López, entre otros. No son menos recordadas sus intervenciones como comisario de policía en favor de sus paisanos emproblemados. 

En Pedro confluyeron todos los atributos para destacarse en el folclor. Fue cantante hasta el final de sus días. Ejecutó el acordeón, si no con la maestría de los consagrados, por lo menos con la destreza suficiente para amenizar una parranda.

Compositor reconocido, con el paseo El poeta pintor, dedicado a Jaime Molina, ganó el concurso de la canción inédita en 1979. Se hizo famosa su interpretación de Vendaval al lado de Florentino Montero, tema de fondo de la telenovela del mismo nombre. Canto al Tolima, La pérdida de un acordeón, La muerte de un comisario, son otras de sus muchas composiciones.

Sin nombramiento ejerció como embajador musical llevando el vallenato a Rusia, Méjico y España y participando en los lanzamientos que se hacían en Bogotá de los primeros festivales, cuando había que suplicar en la televisión para que permitieran presentar “esa música corroncha”. Gracias a difusores como Pedro ahora vienen a comprar la transmisión. 

A lo anterior habría que sumarle que fue ejecutivo del Festival. Lo organizó en 1970, cuando ganó Calixto Ochoa y en 1986 suscribió el acta de creación de la actual Fundación. De manera pues, que ser cantante, compositor laureado, acordeonero, embajador de la música, organizador de un festival y creador de la Fundación, son méritos más que suficientes para homenajearlo en el futuro cercano. 

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