Expresiones como no te lo puedo creer, son las que uno exclama cuando le cuentan las historia y odiseas que viven en pleno siglo XXI algunos de nuestros artistas vallenatos para llevar su música a gran parte de los rincones del país; pero también, en contraste con esto escuchamos las otras historias de vida de aquellos músicos que en nombre del vallenato recorren las grandes ciudades del mundo en majestuosos escenarios y en grandes conciertos.
Recorrer en una semana cinco departamentos de Colombia para llegar a seis o siete poblaciones, caseríos y veredas y tocar dos o tres horas, muchas veces sin bañarse, porque el tiempo no les alcanza o porque en el pueblo no hay agua, ponerse el uniforme dentro del bus, lavarse la cara con agua de botella y subirse a la tarima a complacer a cientos o miles de campesinos que idolatran al artista más querido de la población rural y de las clases populares y a quien ellos mismos han bautizado el Rey de los Pueblos, Farid Ortiz, son apenas algunas de las situaciones que deben afrontar semanalmente y durante todo el año los músicos acompañantes de esta agrupación.
Por caminos de herraduras y a sabiendas de que el vehículo que los transporta puede quedarse atollado, pero dispuestos a hacer transbordo o caminar, si es necesario, subirse a un tractor, mula o burro con tal de llegar a lugares inhóspitos y cumplir con el compromiso adquirido, cargar botas pantaneras por si las moscas, son entre otras las precauciones de estos muchachos para cumplir los compromisos y no dejar esperando a todo un pueblo que por primera vez quiere ver cantar, tocar y tomarse fotografías con su ídolo, este es un mundo totalmente opuesto al que viven otros que también son músicos vallenatos y que hacen parte de agrupaciones que permanentemente asisten a estadios de las grandes ciudades del mundo, viajan en grandes aerolíneas y en ocasiones hasta en vuelos charter como Jorgito Celedón o Carlos Vives para mencionar solo dos.
Me contaba de manera confidencial uno de los músicos del “Rey de los pueblos”, que se ha puesto de moda últimamente entre los pobladores de veredas y caseríos que conocen que el conjunto de Farid debe pasar a una determinada hora por el pueblo, que la gente improvisa retenes con cabuyas para detener el bus y cobrar una especie de peaje, el cual consiste en que el artista debe bajarse, cantar, versear y tomarse fotos con los fanáticos, lo que para algunos podría ser traumático, pero en el caso de un artista tan carismático y popular como Farid resulta más bien placentero y ya hace parte del show o repertorio de actividades programadas.
Yo no si sean más felices los músicos de los grandes conciertos de estadios o los de veredas y pueblos, pero todos cumplen una misión importantísima para nuestro folclor vallenato.