X

Historias de mi pueblo IV

Colombia se encuentra convulsionada, la pandemia ha desnudado el problema del servicio de salud, ha causado millones de muertes, hemos visto cómo nuestras vidas han cambiado, cómo nos convertimos menos sociables y más aislados, lo que nos coarta la posibilidad de departir, compartir con los amigos, por ello, hoy quiero revivir historias divertidas que ocurren cuando interactúas y compartes con amistades.

Una noche de tragos con Fabio Rodríguez Vera, al cerrar todos los negocios, deambulábamos por las calles del pueblo, en busca de un sitio para seguir la parranda; después de tanto caminar nos encontramos con nuestro amigo Yusilosky, quien nos invitó a su casa a tomarnos unos tragos. Nos miramos con Fabio, pensando en el tema de parranda, ya que nuestro amigo se cree revolucionario y alucina con armas. Pero como dice un dicho: las ganas pueden más que la razón. Aceptamos la invitación.

Desde el primer trago, el amigo Yusilosky comenzó a relatar sus desafíos con las armas, sus hazañas revolucionarias y la veintena de escolta que lo protegían, pero que se ocultaban para que nadie los viera; Fabio, incómodo, refutaba cada historia y afirmaba que este era el trago más caro que le habían regalado. En este tire y afloje nos sorprende la mamá de Yusilosky, quien amablemente nos trae una picada para departir. En ese momento, Yusilosky está en una acalorada discusión con Fabio, por lo que en forma jocosa esboza: “Mamá, tráigame el rifle con que mi papá mató a Bolívar”, lo que nos causó hilaridad. Al instante avizoramos que la señora Bertha aparece y sobre su hombro trajo un viejo rifle de largo cañón, entregándoselo a su hijo Yusilosky.

Fabio no soportó el hecho y enfurecido manifestó: “No, yo me voy de aquí, yo puedo soportar las locuras y embustes de Yusilosky, pero que la mamá se preste y acolite sus chifladuras, no, jamás, prefiero irme acostar”. Fabio abandonó la parranda, sin que nadie lo pudiera convencer, sin importar que la garrafa estaba más de media y dejándome solo escuchando las historias imaginarias de nuestro amigo.

Cierto día presenciando un encuentro deportivo en el polideportivo del pueblo, en el fervor del partido, un aficionado replicó una jugada de un jugador protestándole: “Esa pelota era mejor dejarla ‘dir’”, a lo que mi primo Yudis replicó en forma de corrección: “Bruto, no se dice dir, se dice ir”, deletreando la palabra “h-i-r”, lo que causó la risa de todo el público presente.

En otra ocasión departía con mi tío Humberto y el amigo ‘Tun Tun’. Nuestro amigo no es muy amplio y cuando bebe solo le da trago a los que aportan. Esa noche todo amigo que nos saludaba, Tun Tun decía: “Pongan la escoba hacia arriba para que se vaya”, “no sirvan el trago que viene fulano”, “escondan la botella que viene zutano”. Así transcurrió toda la noche, donde además se habló de las conquistas y amoríos de mis dos contertulios. Llegada las 2:00 de la mañana nos fuimos a descansar. 

Mi sorpresa es en la mañana, cuando mi tío Humberto me dice: “Imagínate la de Tun Tun. Me levanto a comprar la carne a las 4:00 a.m. y me lo encuentro en la mitad de la calle, en toalla, caminando de un lado a otro; cuando me ve me dice: ‘Humberto, papa, te estaba esperando, no he podido dormir, preocupado’. Inquieto le pregunto el motivo y sin reparo y vergüenza me contesta: ‘Estoy descuadrado, me faltan $5.000 pesos, papá, repasemos qué gasté anoche para ver si los encuentro”.

Dios permita y volvamos a la normalidad, podamos socializar, compartir y departir con las amistades, para volver a sonreír, vivir historias únicas y alegrarnos la vida, ya que esta es una sola y a pesar de las dificultades podemos brindarle felicidad con las ocurrencias de nuestros amigos.

Categories: Columnista
Diógenes Pino Sanjur: