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Historia de la Catedral de Valledupar (Parte I)

El 11 de junio de 1144 se consagraba la iglesia de la abadía de San Dionisio en París, inaugurándose un estilo arquitectónico nuevo que supuso un avance estético e intelectual de primer orden y que alcanzó su sentido pleno con la construcción de la Catedral de Saint-Étienne de Sens en el condado de Borgoña.

Desde entonces, cuando hablamos del Medioevo pensamos en las grandes catedrales y el estilo gótico pero también lo relacionamos con oscuridad y atraso. Desconocemos la innovación tecnológica y científica que fueron propicios para el boom intelectual y el progreso de la Edad Moderna.

Por ejemplo, el arco ojival es catalogado como un acontecimiento histórico que permitió construir edificios más altos al tiempo en que se dotaban de belleza; también podemos mencionar que la universidad, tal como la conocemos hoy, fue una idea medieval que se gestó en los atrios de las catedrales, en las bibliotecas de los monasterios y en los jardines de los palacios.

La palabra “catedral” significa “lugar de asiento” y es el templo cristiano donde un obispo tiene su sede, es decir, una catedral es el templo principal de una Diócesis. La palabra guarda una relación etimológica que salta a simple vista con la palabra “cátedra” que es el asiento elevado desde donde el maestro da lección a sus discípulos. Y es que un obispo es maestro y pastor para sus fieles, y una diócesis es inentendible sin una Catedral.

Cuando la Diócesis de Valledupar fue erigida por Pablo VI, por allá en 1969, a través de la pontificia «Qui in Beatissimi», nombrando como primer obispo a Fr. Vicente Roig y Villalba.

Monseñor Vicente Roig y Villalba emprendió la construcción de su sede apostólica en lo que fuera el Convento de Nuestra Señora del Rosario que perteneció a la Orden de Predicadores, los dominicos, los primeros evangelizadores de la región del Valle de Upar.

Esta decisión a pesar de tanto tiempo continúa siendo criticada porque destruyó lo que sería quizás el edificio más importante y antiguo de la ciudad. Es importante aclarar que cuando se demolió el antiguo convento, en Latinoamérica no existía gran interés por la preservación del patrimonio histórico.

La Catedral de Nuestra Señora del Rosario combina varios estilos arquitectónicos. Sus arcos ovalados y su ausencia de columnas nos hacen pensar en el Modernismo para el cual lo importante de un edificio era la belleza y la comodidad en su interior, y que supuso una ruptura con el Academicismo que campeó durante el siglo XIX.

Por otra parte, el vitral de la pared frontal en forma de flor o cruz de puntas redondeadas nos recuerda el Art Decó, corriente muy popular entre 1920 y 1939. La cúpula sobria, en cemento gris, que ayuda a identificar el carácter catedralicio del templo y la ausencia de las tejas rojas en su techo nos dan cuenta de la ruptura con el estilo colonial.

Pero la fe creció, la Diócesis se expandió y la Catedral se quedó pequeña.

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Carlos Liñan Pitre: