Uno de los riesgos que presenta el uso de las estadísticas en las ciencias económicas y sociales es que se muestren mal o se abuse de ellas. Se afirma algo, quizás cierto en parte, y con un indicador, muchas veces insuficiente, se llega y presentan conclusiones bastante alejadas de la realidad completa. Me temo y –y me atrevo a afirmar- que eso es lo que puede estar sucediendo con las cifras de crecimiento económico en Colombia, específicamente del último trimestre, es decir julio-septiembre, cuando la tasa de crecimiento alcanzó un 13,2 por ciento.
Esa cifra, sin más explicaciones ha llevado a algunos a afirmar que el crecimiento en todo 2021 podría superar el 9 por ciento, inclusive llegar al 10 por ciento. Creo que lo más prudente para todo el mundo: gobierno, empresas, mundo académico y analistas independientes, es esperar a ver qué sucede hasta el final del año para, ahí sí, hacer las sumas y restas, el balance respectivo. Sin duda, hay una reactivación económica luego de la recesión que provocó la pandemia del covid 19.
No obstante, es necesario mirar las cifras de empleo, de generación de empleo, y vamos a ver que buena parte de ese comportamiento es un rebote estadístico, como bien lo ha advertido para toda la región de América Latina una persona con la trayectoria y seriedad de Alicia Bárcenas, secretaria General de la Comisión Económica de América Latina (Cepal), organismo que tiene la información y hace muy buenos análisis de lo que está sucediendo en esta parte del mundo.
Y las cifras de desempleo en Colombia, en el mismo trimestre, muestran el grave problema que tenemos y se mantienen entre el 15 y el 14 por ciento de la Población Económicamente Activa; eso sin contar el problema de la informalidad, el subempleo, etc., cuando miles de empresas aún no se han recuperado de los efectos de la pandemia del covid. Luego, entonces, lo acertado es mirar las cifras de crecimiento, pero también las de generación de empleo. Y aún no estamos, todavía, en el nivel de empleo previo a la pandemia. Ahí hay un rezago grande.
Si ese crecimiento llega a ser cierto, y espero estar equivocado y que así sea, sería muy preocupante: estaríamos llegando a un modelo cojo, de crecimiento sin empleo, como lo viene señalando, desde hace varios años, Cecilia López.
Sin duda hay una recuperación del consumo interno, como también una recuperación de los precios del café y del petróleo, que son fuerzas que ayudan a expandir la economía. Pero nada extraordinario ha ocurrido para un crecimiento espectacular en la economía de Colombia. No ha habido un gran aumento en la inversión, por el contrario viene bajando parte de la extranjera, y tampoco un aumento sustancial en los precios de nuestros principales productos de exportación.
Mucho me temo que ese auge del consumo sea producto no solo de una demanda económica interna que estaba represada, sino del ingreso al país de una fuerza grande que presiona ese consumo: los migrantes venezolanos, que podríamos estimar entre 1,5 y 2 millones de personas. Mal que bien, esa es la fuerza que estaría detrás de ese crecimiento. Luego, sería bueno, mirar, también, el anverso de la moneda: cuánto nos está costando esa migración en términos de miseria, pobreza, inseguridad y desempleo abierto. Sin contar la presión fiscal… El análisis de la coyuntura económica debe ser completo: sí, mirar ese crecimiento es importante, y un motivo de optimismo. Pero no nos digan que ese crecimiento está generando el empleo que requerimos. Mucho me temo, insisto, que buena parte del mismo tiene de esa “ilusión estadística” de la que ha hablado la secretaria General de la Cepal. Esperemos qué sucede en el último trimestre de 2021, y no solo veamos el PIB, sino, también, y quizás es más importante, qué sucede con el empleo. Ese es el indicador más importante.