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Hay hechos que son amores y otros, negaciones sin sabores

No soy “santista” pero como columnista no puedo desapercibir el baldado de estiércol que el CD, a través de Ernesto Macías, le tiró en la cara al gobierno de Santos. Se puede negar y criticar pero guardando los límites entre la grandeza de espíritu y la mezquindad.

El discurso de Macías fue una catilinaria de odios más que de indicadores y cifras creíbles, elementos que nos permiten evaluar una obra de gobierno. La Silla Vacía contabilizó 42 afirmaciones, (con más criterio revanchista que estadístico, digo yo), de las cuales solo “16 resultaron ciertas pero con salvedades significativas”; 3 son debatibles, 8 exageradas, 2 apresuradas, 4 inverificables, 6 engañosas y 3 falsas. Primó el sesgo sobre la objetividad.

Cuando uno ofrece estadísticas tiene que dar un contexto, las frías cifras de suyo no son idóneas. Uno de los problemas críticos que tenemos secularmente son la pobreza y la desigualdad. Tomando cifras del DANE, podríamos seguir derribando los mitos del CD. P.ej.; la pobreza monetaria en 2002, 2010 y 2018 se paró en 49.7, 37.1 y 28.5 respectivamente lo que significó una tasa media constante de 3.72% de decrecimiento anual en el periodo de Uribe, y 4.7% en el de Santos. La pobreza extrema para esos mismos años fue 17.7, 12.3 y 7.4, con disminuciones respectivas de 4.6 y 7.5% anual. Gini, el indicador que mide la desigualdad, en los ocho años de Uribe descendió 0.24% anual mientras que en siete años (al 2017) de Santos bajó 1.4%/año. Igual podríamos decir de algunos indicadores sociales. Y de las tasas de homicidios ni que hablar. Colombia hoy es otra, se siente confianza internacional y esto es un agregado contable. El turismo hoy es la segunda fuente de divisas del país; entre 2010 y 2017, el número de viajeros extranjeros visitantes creció 187%. En los últimos ocho años, más de 200 medios internacionales han reseñado al país y el New York Times lo incluyó entre los diez lugares imperdibles; esto tiene un gran significado, fruto de la seguridad relativa que se vive. De las 50 líneas de cruceros que existen, 33 llegan a Colombia y cada crucerista le genera al país USD118. En 2017, este sector creció cuatro veces más que el promedio mundial y nos llegaron 6.5 millones de visitantes. Medellín, la ciudad que antes estaba plagada de “oficinas mafiosas”, en el primer trimestre de este año, recibió USD27 millones por concepto de eventos de negocios.

Colombia cuenta con la mayor biodiversidad del mundo, un tesoro turístico que antes no era posible explotar. Eso tiene un dueño: la política de la paz de Santos. Frente a estos hechos, la economía naranja es un distractor.

Luis Napoleón de Armas P.

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