En una de las discusiones sobre derechos de las mujeres periodistas, una enfática se pronunció: ¡Aquí no hay diferencias entre hombres y mujeres, a todos nos toca igual de difícil! Enseguida se procedió a preguntar qué hacían los hombres periodistas antes de salir de casa y qué las mujeres. Uno de ellos narró que se levantaba muy temprano, se tomaba un tinto y de una vez se disponía a leer la prensa y a preparar sus noticias. Los demás describieron situaciones similares. Al preguntarles a las mujeres, muchas de ellas manifestaron que antes de salir a su medio, debían dejar todo listo para que los niños fueran al colegio. Estas comparaciones sirvieron para hacer caer en cuenta de que antes de ser periodistas somos mujeres, inmersas en la cultura que exige esfuerzos mayores para poder desempeñar los roles que por tradición se nos ha impuesto.
Entendiendo que las labores domésticas también son trabajo -que “representa el 20,4% del PIB por encima del sector financiero (17,9%), y del de servicios sociales (15,2%), que son las ramas con mayor participación”1- que no es reconocido ni remunerado, se comienza a comprender que ejercer el periodismo no es igual para hombres y mujeres, porque además de vivir las dinámicas del oficio de la información, las periodistas vivimos los mismos dramas que el resto de las mujeres: una de cada tres sufre violencia, según la OMS. ¿Ser periodistas hace a las mujeres inmunes a esta realidad?
Invisibles en la historia
El periodismo ha sido un oficio de origen, perspectiva y dominio masculino: de acuerdo con la historia de Colombia, nació el 9 de febrero de 1791 con el primer ejemplar del Papel Periódico de Bogotá publicado por Manuel del Socorro Rodríguez. La historia no registra la incursión de mujeres periodistas, porque además muy pocas accedían a la educación. Se destacaron escritoras de literatura quienes produjeron obras sobre la moral, la espiritualidad y el pudor.
De acuerdo con la historiadora Magdala Velásquez Toro, en el texto “Condición jurídica y social de la mujer”2, los medios giraban en torno a los intereses del poder y este era ajeno para las mujeres. No obstante, de finales del siglo XIX se registran voces de mujeres que lucharon por demostrar las capacidades para ejercer este oficio como lo hizo Soledad Acosta de Samper, una de las destacadas escritoras de literatura y columnista colaboradora de revistas y periódicos quien presentó en España, en el congreso del cuarto centenario del descubrimiento de América, su monografía “Aptitud de la mujer para ejercer todas las profesiones y el periodismo en Hispanoamérica”
El rompimiento de las cadenas de sometimiento cultural de las mujeres de esa época, que obligaba a ser esposas o religiosas, a laborar con permiso de sus representantes legales (padres o esposos), va de la mano con las luchas obreras de donde emergieron lideresas como María Cano, quien en los años veinte irrumpió en espacios vedados para las mujeres -como el periodismo- cofundando la revista Cyrano. También participó en otras publicaciones desde su perspectiva de luchas sociales.
1925, en Antioquia se publicó Letras y Encajes, por mujeres que aún siendo confesionales recibieron fuertes críticas: “caprichos de bachilleras, ridiculeces modernistas, pecado, hasta feo eso que las mujeres se metan a publicar papeles” (Velásquez Toro 1989)
La historiadora narra que la primera publicación de carácter feminista fue “Agitación femenina”, en Tunja, en 1944. Durante esa época se daba la segunda puja por el voto femenino. La primera pelea sin resultados por el derecho a sufragar, ocurrió a comienzos de los años 30.
¿Hay equidad en la labor periodística?
Una breve referencia al pasado permite recordar al periodismo de hoy que las mujeres llegaron a los medios gracias a las luchas femeninas que conquistaron los derechos a la educación, al trabajo, al ejercicio político y a la autonomía; sin embargo, aún quedan rezagos en la cultura que no nos permite a todas ejercer en las mismas condiciones que los hombres. Apenas se ven a mujeres trabajando temáticas que antes eran dominados por hombres como la política, la economía o los deportes porque la costumbre era que nosotras tratáramos lo referente a lo “doméstico”.
Dentro de las empresas de comunicación, específicamente de televisión, se mantienen estereotipos que discriminan a las mujeres por razones de belleza o talla, a pesar de que en la IV Conferencia Mundial en Beijin (1995) se adquiriera el compromiso internacional de “fomentar una imagen de las mujeres equilibrada y sin estereotipos en los medios de comunicación”
Si aún se discute la falta de garantías de los derechos laborales en el periodismo, los referentes a las mujeres rara vez se tocan como espacios libres de violencias de género en el trabajo, aquellas que se ejercen por jefes o compañeros, además de, prácticamente, la imposibilidad de ejercer durante la maternidad y la lactancia.
El riesgo mayor se presenta en el trabajo de campo: discriminación y diferentes formas de acoso incluyendo el sexual. La vida íntima de las periodistas muchas veces es objeto de chantaje para censurarla directa o indirectamente como acusaciones contra su dignidad femenina que, de acuerdo con los patrones culturales, constantemente es objeto de ataques verbales y gráficos.
Por último, para finalizar este panorama, grosso modo, del ejercicio periodístico de las mujeres en Colombia como parte de la conmemoración del día internacional de la mujer, es necesario destacar un hecho más de las que varias han sido víctimas: la violencia sexual. Jineth Bedoya es el caso emblemático que evidencia el riesgo de ser periodista en el marco del conflicto armado interno en colombiano, pero que se hace mayor por el hecho de ser una mujer. De acuerdo con el diagnóstico del daño que se adelantó en el Comité de Impulso de Reparación al Periodismo Colombiano, existen otros casos de violencia sexual contra mujeres periodistas que prefirieron callar.
Lograr que las empresas de los medios de comunicación como sus contenidos sean equilibrados y no discriminatorios, es un proceso que requiere reflexión y educación. No es un interés único de las mujeres, también le corresponde a los hombres porque el objetivo es lograr un sociedad justa e incluyente.
Margarita Velásquez