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Hacedores

“Pero el que mira atentamente en la perfecta Ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo sino hacedor eficaz, este será bienaventurado en lo que hace”. Santiago 1,25

Próximos a la celebración de navidad, traigo a colación el consejo de Santiago, maestro muy práctico, dándonos la clave para convertirnos en bienaventurados en todo lo que hagamos. El consejo hace referencia a la condición de no poder retener la información que debe guiar nuestra conducta o el proceder en la vida.

Esto puede tratarse de algo sencillo, como no poder recordar algunos nombres o detalles sencillos de una historia o la pérdida paulatina de la memoria asociada con traumas o enfermedades más severas. Para los efectos, los resultados son parecidos, pues ambos producen desorientación y confusión sin saber cómo proceder frente a diversas personas o situaciones.

Del mismo modo, se podría describir a la persona que no retiene la palabra de Dios. Se regocija con la proclamación, la postea en las redes y en la web, pero no le da ninguna utilidad en su vida personal. En estos tiempos de sobresaturación de mensajes con pasajes bíblicos, Santiago nos da claras instrucciones para llegar a ser bienaventurados en todo lo que hacemos.

Esto no debe confundirse con una vida exenta de problemas. Sino que Dios promete respaldar la vida de aquellos que viven conforme a sus designios, aun cuando les toque transitar por situaciones de extrema dificultad. Por supuesto que esta bienaventuranza es aplicable a los que hacen, no a los que solamente oyen, repiten o hablan la palabra. Existe gran diferencia entre el ejercicio intelectual de creer y el esmero disciplinario del hacer.

Queridos amigos: rescato de las instrucciones de Santiago, el “mirar atentamente” en la perfecta ley. Esa actitud implica una clara focalización y concentración plena que no puede ser lograda con una lectura superficial del texto. Sino que es el fruto del estudio metódico y sistemático, bajo la dirección del Espíritu Santo con la firme convicción de que los tesoros preciosos de la Palabra están al alcance de aquellos que están dispuestos a buscarlos con seriedad y ponderación.

También se nos exhorta a perseverar en ella, siendo un “hacedor eficaz”. En el entendido que Dios no entrega la verdad de su Palabra para informar ni entretener, sino para orientarnos hacia acciones concretas en nuestro diario caminar. El resultado de “atender y hacer” será que la Palabra nos impulse a la acción y solamente aquellos que obedecen ese impulso divino alcanzarán la plenitud de la bendición, pues la obediencia a su Palabra desata el respaldo de Dios en todo lo que hacemos.

La obediencia a la Palabra traerá bendiciones a nuestras vidas. La victoria pertenece a aquellos que confían en las promesas de Dios y conocen al Dios de las promesas. Somos llamados a ser como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da fruto a su tiempo y su hoja no cae y todo lo que hace prosperará. ¡Confiemos y obedezcamos!

Un abrazo en Cristo.

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