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Gustavo Gutiérrez, el patriarca de la lírica del vallenato

La ceremonia es realizada cada año. FOTO: JESÚS OCHOA.

En la región del Valle de Upar había por tradición matronas y patrones quienes perpetuaban las costumbres del pasado,  arraigando una identidad, un paradigma, casi que inmóvil, durante mucho tiempo; pero cuando ese modelo cambia en su totalidad, viene una renovación,  cae el antiguo paradigma y se crea otro, provocándose un nuevo esquema con reacciones a favor y en contra. Esto fue lo que sucedió con el surgimiento del patriarca, poeta, aeda, trovador y cantautor Gustavo Gutiérrez Cabello.

El vallenato con sus cuatro aires, relataba de manera descriptiva los aconteceres cotidianos. Los juglares y trovadores componían, cantaban y describían lo que sucedía en el afuera, en la naturaleza y en las relaciones humanas, y este método venía dándose desde el siglo 16, con los versos del cronista Juan De Castellanos en su obra Elegías De Varones Ilustres de Indias, el poema más largo de América Latina, donde por suerte, describió los aconteceres de nuestra región de manera detallada y épica, para informe exhaustivo a los Reyes Católicos. 

Pero hubo de pronto alguien que tuvo la necesidad de volcar hacia el afuera, lo que sentía su espíritu. Ya no describiría paisajes y aconteceres externos, sino lo que albergaba su alma; este nuevo paradigma que hizo nacer el poeta Gustavo Gutiérrez en la literatura del Valle de Upar, es el género literario lírico del idioma castellano, una lírica de la modernidad donde el sujeto es el protagonista epistemológico y estético del arte.

Por lo anterior, en sus canciones habla de amores, desengaños, tristezas, el estar enamorado, el dolor, la nostalgia, la amistad, el perdón, las penas, la esperanza, el cariño, la añoranza, el olvido, los recuerdos, las alegrías, y los sentimientos. Él reclama el derecho que tiene el hombre, lo mismo que la mujer, de llorar, pero no con el llanto de los ojos, sino con el llanto y las sonrisas del alma a través de las poesías de sus canciones. La lírica se inicia con la humanidad, por eso los niños lloran cuando nacen. Ella es primero que la épica. Ella sirve de desahogo al espíritu, contribuyendo a la salud mental de los seres humanos y por lo tanto a su felicidad. La lírica fue la primavera de Gustavo Gutiérrez, el otoño quedó en el pasado, su poesía nos mostró un paisaje interior, pletórico de la nobleza de sus emociones, de su sensibilidad, su belleza y sus valores.

Este nuevo vallenato con estilo literario lírico, no fue bien recibido por los juglares antiguos, quienes lo despreciaron aseverando que esas canciones eran simples boleros y no vallenatos. Aunque es cierto que para la época el bolero era el medio de expresión de los artistas a nivel mundial y latinoamericano en boga, y muchos muy posiblemente, influyeron en la inspiración del poeta. 

Pero hubo personas, como nuestro primer gobernador, el doctor Alfonso López Michelsen y su distinguida esposa, que sí aplaudieron y valoraron este nuevo estilo literario por su creatividad y belleza, que conmovía el alma; ellos contribuyeron a que el artista no diera un paso atrás.

La vena musical de Gustavo, probablemente es también heredada de su bisabuela paterna Juanita Monsalvo Cádiz, pianista exquisita que deleitaba a la sociedad vallenata a mediados del siglo 19; pero también la hereda por la línea ascendente de su madre Teotiste Cabello Pimienta, por el apellido Cotes, en el cual se recuerdan a Juan Antonio Cotes director por muchos años de la banda musical en el municipio de La Paz, y al maestro Poncho Cotes Queruz, de quien la Cacica, muchos juglares, y hasta el mismo Escalona, señalaban que le había puesto la música a sus canciones, por eso él  decía: “Poncho es un pedazo de mi alma”. No es en vano pues, que el hijo de Poncho Cotes, Fausto Cotes Núñez, compositor, escritor y músico como su padre, haya escrito la biografía de Gustavo. 

Es posible que también la música clásica que despedía el anciano piano de su padre Evaristo, hubiera también influido en que el fuera un joven romántico y soñador. Teotiste, la madre de Gustavo Gutiérrez, mujer santa y ejemplar, cuyo nombre proveniente del griego traduce la que es amiga de Dios y divinamente amada, formó a sus hijos bajo la moral y la fe cristiana, quienes despertaban de madrugada oyendo en el frente de su casa, el afán de las campanas llamando a misa,  y  luego desde el patio, las prédicas de los presbíteros de la iglesia de La Inmaculada Concepción.

Su hija Marina es actualmente la embajadora de la cultura vallenata en la ciudad de Fundación. Su hijo José Tobías se nos adelantó para irse al cielo a encontrarse con su primo hermano Fredy Molina; su otra hija Olguita, se convirtió en el ángel guardián de sus padres ancianos. Tiotiste Cabello y Evaristo Gutiérrez le hicieron el mejor regalo al departamento y al país, engendrando a nuestro Flaco de Oro.    

Por: Ruth Ariza Cotes.

Categories: Cultura
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