Un regalo siempre es la poesía. Un verso que se eterniza se mete entre nosotros nos salva momentos, nos acerca amores; incluso nos acompaña en las eternas soledades donde viven sus máximos creadores. Crear poesía es lo más sublime del ser humano, crear literatura es otra cosa; ambas se acarician en las mañanas al saludarse y como el humo, suelen tomar caminos distintos.
Esta semana dos grandes poetas se acompañaron a los números para por cualquier motivo decirnos que están ahí. No importa en qué parte del cielo o de la tierra están, sus versos ya son nuestros por apropiación por donación tácita. Versos al viento de la música o de los libros, los poemas llegan. Y desde cuando se meten en nuestros sentidos ya son nuestros. Así de fácil.
Mientras los intelectuales celebran el centenario de Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia (Mario Benedetti), el poeta uruguayo oriental, como les gusta llamarse con ese nombre tan largo. En Valledupar el autor de Camino largo, Gustavo Gutiérrez Cabello, cumple 81 años, entre su valle de añoranzas. El primero, pasó su vida de exilio en exilio; el nuestro por cuestiones de estudios salió del valle, pero pidió a su hermano le guardara una guitarra y de ñapa un acordeón. Tan iguales y tan distintos.
Benedetti, tal vez el más cantado de los poetas del siglo pasado encontró en la música el camino para con su obra llegar a otros lugares; el primero con Alberto Favero cantando Nacha Guevara, luego otros más, hasta llegar con el sur también existe con el cantautor español Joan Manuel Serrat, que ahora hace para su centenario otra producción más personal de su poesía.
Cuantas veces no hemos fingido voz de poetas para decir: Compañera, usted sabe que puede contar conmigo, no hasta dos, o hasta diez, sino contar conmigo. Y si la madrugada sigue, entonces, al oído, susurramos: Tus manos son mi caricia/ mis acordes cotidianos/ te quiero por que tus manos/ trabajan por la justicia/ si te quiero es porque sos/ mi amor mi cómplice y todo/ y en la calle, codo a codo/ somos mucho más que dos/.
Entonces aparece Gustavo, con delgada, herida, ambulante, nostálgica y dice: “Deja mi mano que te acaricie, aunque la forma ya no es igual, tal vez palabras mal dirigidas, dejaron huellas de gran pesar. Una esperanza quiero de ti, gotas de lluvia moja esa flor, si alguna cosa quieres de mí, que me los digas sin un rencor…”
Son dos poetas que con sus versos nos recuerdan el lado bueno de la vida igual sus momentos tristes, su carga de nostalgia; pero también de esperanza, su fe en las cosas elementales, como el agua o un anillo, al decir de Neruda, otro referente del sur del continente.
Tiempos actuales, difíciles, controvertidos, insidiosos, politizados, polarizados por ideologías políticas con atizadores de lado y lado, no dejan ver lo más humano del hombre: La poesía.
Este septiembre seguirá teniendo sus amores, pero la amistad debiera ser fuerza para sabernos vivos y lo mejor, sabernos buenos. La poesía estará ahí, no importa que llegue casi de último como la esperanza. De eso se trata. A cuidarnos mejor, el camino está con precipicios…