La ceiba de la plaza del corregimiento de Guacoche, con sus frondosas ramas además de brindar sombra ante el inclemente sol en el árido terreno adornado de cardonales, cobija uno de los más oscuros recuerdos de esta comunidad afrodescendiente en la zona rural de Valledupar.
El árbol fue sembrado para recordar el lugar exacto donde el 6 de abril de 1996 los paramilitares encapuchados mataron al líder del pueblo Algemiro Quiroz y a Omar Francisco Castilla, un borracho que por un comentario imprudente fue sentenciado a muerte.
El primero era el esposo de Emma Churio y el segundo hermano de Dalbys Rondón, dos mujeres que hoy, dos décadas después, son ejemplo de reconciliación y promotoras del perdón.
“El que nada debe, nada teme: me dijo. Él ayudaba al que le pedía ayuda, eso era lo único que hacía como líder”, contó la viuda.
“A mi hermano lo mataron porque dijo que él a los únicos que veía con pasamontañas era a la guerrilla por televisión. Entonces, lo arrodillaron le dijeron que se despidiera de su familia, le dijo adiós a mi papá que estaba allí y le dispararon con un fusil en la cabeza”, recordó Dalbys sobre la primera incursión de los paramilitares en Guacoche, día en el que llegaron alrededor de cuarenta hombres armados en varias camionetas para informar que ellos los que mandaban.
Y así fue. A las mujeres las obligaban a barrer las polvorientas calles, los parceleros no podían llegar libremente a sus cultivos y los que tenían más hectáreas con animales tenían que pagarles parte de lo poco que ganaban.
“Nos tocaba vender los animales para pagarles el boleteo y durante un tiempo estuvo alias ‘Patricia’, una mujer con un ejército de hombres que inició una persecución a las mujeres del pueblo, les controlaba la forma de vestir y a algunas las rapaban”, manifestó el líder comunitario Arodis Castilla Rondón, que además es uno de los principales enlaces entre el pueblo y la Unidad para la Atención y Reparación Integral de Víctimas que avanza en el proceso de reparación colectiva desde el año 2012.
La comunidad afrodescendiente vivió confinada en su propio pueblo, bajo las órdenes violentas impuestas por los paramilitares, pero hoy han recobrado la confianza y la libertad de vivir en su tierra con la esperanza de un proceso de reparación y fortalecimiento a través de la Asociación de Comunidades Negras Los Cardonales de Guacoche.
En su ardua tarea Arodis Castilla recibe el apoyo moral de Emma y de Dalbys, que al igual que más de mil guacocheros fueron víctimas durante una década del sometimiento de los grupos armados.
“Con apoyo de la Unidad de Víctimas recibimos apoyo sicosocial que es muy importante y trabajamos en grupos para superar las secuelas del conflicto, a través de dibujos y otras terapias trabajamos el tema del perdón”, precisó Dalbys sentada a pocos metros de La Ceiba que junto a una placa en concreto les recuerda a los visitantes a la plaza ‘Miro Quiroz’, el peor día de su historia.
Ya no hay miedo y los niños salen a las sabanas a volar cometas, a las calles a jugar boliches y para quienes a diario viajan a Valledupar a realizar cualquier diligencia la única angustia en el trayecto de quince minutos es el tránsito por la angosta la carretera deteriorada, por donde transitan enormes volquetas que a diario extraen gravilla y arena del río Cesar, otra de las actividades que mueven la economía guacochera.
Los paracos del bloque norte de las Autodefensas Unidas de Colombia les controlaban todo, hasta sus aspectos culturales, pero como ya no tienen armas apuntándoles son libres para tomar decisiones en la organización de los carnavales, sus fiestas patronales de San Francisco de Asís, los cuatro de octubre, y el Festival de La Tinaja en la segunda semana de diciembre.
En lo cultural, uno de los propósitos de la Asociación de Comunidades Negras Los Cardonales de Guacoche, es preservar la tradición de las tinajeras, las artesanas que con barro y mucha paciencia fabrican con sus manos vasijas históricamente utilizadas para la cocina por los negros e indígenas de la zona y que en la actualidad son apetecidas como recuerdos por turistas que después de la violencia comenzaron a llegar al pueblo.
‘Mima’ es la única tinajera artesanal que queda en Guacoche, su nombre de pila es Edilma Mercedes Chinchilla Romero y aprendió el oficio desde niña, mirando a las mujeres del pueblo. A diario se sienta en el suelo de su patio, al lado de una casita de bareque y barro que funciona como bodega para los recipientes que guardan toda una tradición milenaria.
“Aquí algunos me burlan porque todavía quemo leña para hacer las tinajas, como ahora muchos lo hacen con hornos”, asegura la mujer que se resiste a la industrialización de su oficio.
Titulación de tierras
En Guacoche se empezó a hablar de titulación de tierras y reparación colectiva en el 2010 por cuenta del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Colombia, PNUD, que socializó lo que sería la Ley de Víctimas y de Restitución de tierras, Ley 1448 de 2011.
“Por eso comenzamos el proceso de titulación colectiva y el 22 de marzo de 2012 hicimos solicitud al Incoder y comenzó la etapa de identificación de víctimas. En ese sentido la Unidad de Víctimas en el 2013 hizo una socialización y el primer acercamiento con la comunidad y se firma un acta de voluntariedad para continuar con ese proceso. Un año después se conmemora el reconocimiento de Guacoche como sujeto de reparación colectiva y se abre formalmente el proceso”, explicó Arodis Castilla.
En el tránsito por la ruta de la reparación colectiva que les ofrece el gobierno nacional, entre las garantías que exigen las víctimas es la no repetición del sometimiento por parte de los grupos armados.
En el Cesar otras comunidades trabajan para lograr la reparación colectiva, la mayoría miembros de consejeros comunitarios afrodescendientes, como el caso de El Perro, corregimiento del sur de Valledupar.
Apoyo internacional
Directivos del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, manifestaron su interés por conocer la situación económica del país, visitar proyectos y enterarse de los avances del proceso de paz y la visión del posconflicto.
Según la directora territorial de la Unidad de Víctimas en Cesar y La Guajira, Juana Ramírez, una de las zonas que visitarían los directivos del BID en la segunda semana de enero sería Guacoche, por ser la comunidad afrodescendiente de la región más avanzada en el proceso de reparación colectiva, lo que le permitiría recibir importantes inversiones para mejorar la calidad de vida de sus habitantes afectados por el conflicto armado.
“En el registro de víctimas, Guacoche cuenta con 1.800 declaraciones individuales que es el FUT comunitario más grande de la Unidad para la Atención y Reparación Integral de Víctimas territorial Cesar- Guajira”, indicó la funcionaria que ha venido socializando con esa comunidad la Ley 1448 y los decretos étnicos a los cuales tienen derecho.
Guacoche ha cambiado después del paramilitarismo que llegó a la zona por el previo dominio guerrillero, ahora allí viven en paz con las precariedades de las comunidades rurales que históricamente han pedido más atención gubernamental para mejorar su calidad de vida.
La ruta
La Ruta de Reparación Colectiva Étnica es el resultado de la adecuación institucional lograda en el marco de la incorporación del enfoque diferencial étnico en las direcciones misionales de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas y demás entidades del SNARIV (Sistema Nacional de Reparación y Atención Integral a las Victimas). Esta Ruta es un instrumento práctico para que quienes estamos al servicio de las víctimas étnicas tengamos a mano un esquema sencillo de uso cotidiano para una mejor implementación de los Decretos Ley 4633, 4634 y 4635 de 2011 que representan un avance significativo en la política pública para grupos étnicos y que debe materializarse en los territorios en el día a día.
La Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, implementa la Ruta de Reparación Colectiva Étnica, en cumplimiento de los Decretos Ley 4633, 4634 y 4635 de 2011. En ese sentido la garantía del derecho fundamental la Consulta Previa es la base de la caracterización del daño y la formulación del plan para las comunidades y pueblos indígenas, el pueblo Rrom y las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras en Colombia.
El reconocimiento a las autoridades étnicas, la necesidad de comunicación constante y la construcción de un relacionamiento intercultural respetuoso, son las enseñanzas de esta Ruta para Presentación.
¿Sabía usted que…?
Guacoche es un término de la lengua indígena Chimila, que significa agua turbia. El asentamiento inicialmente estuvo habitado por indígenas, pero con la llegada paulatina de afrodescendientes, estos últimos se volvieron mayoría.
Entre 2002 y 2010, la cifra de personas incluidas en el registro por desplazamiento forzado fue de 3.322.632 víctimas. El 91 % de los hechos de desplazamiento forzado ocurrieron antes de la vigencia de la Ley de Víctimas en el 2011. Desde esa fecha hasta hoy, el promedio anual es de 195.094 personas incluidas en el registro por ese hecho victimizante y en lo que va del 2015 se han presentado 537 casos que han sido registrados.
Por Martín Elías Mendoza / EL PILÓN