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El gran negociado de los curadores urbanos

“Los curadores urbanos son unos bichos raros que no se sabe ni quién los controla ni cuánto ganan”, algo parecido publicó el diario La Calle hace unas semanas y así se viene creyendo a pesar de ser una figura creada hace 18 años, no obstante lleve tanto tiempo operando hasta al alto gobierno le da duro entender sus funciones y para la mayoría de las personas el oficio de los curadores es un gran negociado lleno de suspicacias y dádivas.

Para que el lector conozca, la Curaduría fue creada para descentralizar la expedición de licencia urbanística de las oficinas de Planeación del país y zafar de la politiquería ese manejo porque cada día que pasaba el desarrollo inmobiliario se hacía más lento y se tornó tan apremiante que el Estado le encargó está función a un particular que ejerciera funciones públicas, que no fuera funcionario ni servidor público; simplemente sería un particular para funciones públicas.

Para participar en este tipo de concurso público el aspirante a curador tiene que ser arquitecto, ingeniero civil o abogado. El profesional aspirante a un periodo de cinco años debe conformar un grupo interdisciplinario con arquitecto, abogado e ingeniero civil y para entrar en funcionamiento requiere de ingeniero de sistemas, contador, administrador, archivista, mensajero, celador y aseadora. La experiencia mínima del curador tiene que ser 10 años en diseño urbano debidamente comprobada. Ganado el concurso, lo nombra y posesiona el alcalde como superior funcional sin subordinación, autónomo en sus funciones y por ese motivo el Concejo no lo puede convocar a control político ni el alcalde lo puede sancionar; sin embargo, puede medir su desempeño anual por medio de auditorías, resultados que de ser negativos le pueden impedir seguir concursando. Lo vigila Planeación Municipal, las veedurías y Contraloría pero solo lo puede destituir la Procuraduría.

Al posesionarse, el curador no recibe nada para funcionar; las inversiones corren por su cuenta; oficinas, mobiliarios, equipos, software, servicios públicos, mensajerías, archivos rodantes, mantenimientos, papelería, nóminas, prestaciones, etc. Todo esto a cambio de expensas regladas por tarifas nacionales por concepto de expedición de resoluciones, excepto el IVA; la destinación del recurso es para pagar el funcionamiento y honorarios del curador. Hasta ahí todo bien, el curador aparentemente gana bien, pero no es así; dependen estas expensas del control físico urbano, del querer del alcalde, del pago previo de los impuestos de delineación urbana, de regularización y otras obligaciones urbanísticas, tributos que superan lejos el valor de la licencia y en la mayoría de los casos se vencen los términos y se archivan las solicitudes ya estudiadas por el curador y su equipo. Llega el fin de mes y el balance da pérdidas hasta de 20 millones de pesos mensuales, cero recaudo de impuestos, cero expensas a las curadurías, las obras ilegales siguen así, nuestro alcalde indeciso desconoce lo que pasa a su alrededor y por otro lado el Jefe de Planeación Municipal aun sabiendo de la quiebra de las dos curadurías existentes propone públicamente la legalización de la tercera.

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