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El gran Martín Elías fue el hacedor de multitudes

Ha muerto el artista de las multitudes, el más joven; aquel muchacho valeroso que tenía “un ángel” para que todo mundo lo quisiera. Iba raudo en un vertiginoso ascenso hacía la cúspide.

También deja a sus dos hijos (niño y niña) que seguramente le darán continuidad a su propósito musical. Quedan sus hermanos y su mamá Patricia, esta última una mujer de temple, quien ante la muerte trágica de su hijo muestra fuerza y serenidad. Seguramente el dolor la mantiene firme. Deja Martín Elías a miles de simpatizantes de su música, especialmente a los jóvenes.

Con su intempestiva muerte también muere su peculiar forma de cantar, Martín Elías estaba edificando su propio estilo con su voz repentina, intrépida unas veces y melodiosa otras; en fin, se podría decir que el canto de Martín no se parecía al de su papá. Él no era un artista juicioso al cantar como tampoco lo ha sido Silvestre Dangond, ‘El Mono’ Zabaleta y mucho menos ‘El Churo’ Díaz, para mencionar solo a estos tres competidores musicales del gran Martín Elías.

Muchos han disertado sobre si Martín era mejor cantante que Rafael Santos, pero se considera que eran muy distantes. Martín tenía en su voz pega pega, todo le lucía y le acomodaba a sus seguidores, era carismático y empedernido con su canto, tenía un talento innato, le gustaba cantar erguido, sin tapujos y sonreído, era por naturaleza un cantante pícaro, espontaneo y bullicioso, quien heredó de su papá la genialidad; en cambio, Rafael Santos es calma ante el fuego, con un tinte cadencioso estimado al de Diomedes. Son dos voces diferentes. Ahora le corresponde a Rafael Santos sacar la casta oculta que tiene, tomar las riendas y hacer lo que sabe hacer: cantar y componer canciones porque ya el gran Martín Elías no está para acortar esa brecha de no dejar tirada la legítima tradición musical de su padre Diomedes Díaz Maestre.

El domingo anterior en una reunión familiar, uno de mis sobrinos quien es médico Internista y reside en Barranquilla, Luís Andrés Cotes Araujo, no paró de hablar de su amigo Martín Elías a quien llamaba el “hacedor de multitudes”, por su ímpetu arrollador.

Lo otro es que en esta tragedia del folclor no hay que buscar culpable, no señor. Aquí lo que ocurrió fue un designio de Dios. La muerte de Martín Elías deberá contribuir para que cesen las persecuciones, los odios, las intrigas y las envidias entre todos los músicos vallenatos; que se deponga la querella por el bienestar.

Ahora hay que darle vuelta a la página y la familia debe enfrentar la realidad con altruismo y con miramiento del futuro. También debe cesar el afán por lo material, por el dinero y la fama, hacer un alto en el camino y considerar que aquellos 50 millones de pesos que se ganaba el gran Martín Elías en una presentación es insignificante ante la vida, mientras su esposa Dayana y su pequeña hija lo esperaban en Cartagena, de cuyo seno no debió salir en la madrugada del Viernes Santos para ir a Coveñas a amenizar con su conjunto vallenato una caseta y luego morir en un carretera por donde tanto traficó.

Tienen que dejar el afán por el dinero y ser menos superfluos, no creer que el poder da poder frente a Dios, no, “la mujer del César no sólo debe ser honesta sino además parecerlo”, como lo afirmó el emperador romano Julio César. Hasta la próxima semana.

Por Aquilino Cotes Zuleta

tiochiro@hotmail.com

@tiochiro.

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