El pasado martes fue un día nefasto para el gobierno Petro y, por ende, muy positivo para la democracia colombiana. La inexperiencia para gobernar del Pacto Histórico, de la que hemos venido hablando con evidencias explícitas, le sigue pasando cuentas de cobro millonarias al ejecutivo. El martes Petro perdió la fiscalía general, cuando Amelia Pérez no fue la elegida, y además la polémica reforma a la salud quedó herida de muerte en el Senado de la República. El gobierno está pasando aceite en todas sus líneas. Veamos…
El proceso de elección de la nueva fiscal general estuvo lleno de altibajos. Desde los comentarios públicos de los congresistas de izquierda, lo que el gobierno también manifestaba y lo comunicado permanentemente desde las bodegas petristas, estaba más que claro que la candidata única de Petro para acceder al cargo era Amelia Pérez. Todo estaba organizado así, ella empezó poco a poco a perfilarse como la próxima fiscal y sus resultados en las votaciones en la Corte Suprema eran prueba de eso. Recordemos que la Corte Suprema está conformada por 23 togados y para ser fiscal general, en la votación que sucede en la sala plena, quien gana debe obtener por lo menos 16. Ella estaba cerca. Pero, como lo decía un reconocido sabio mexicano, “no contaban con mi astucia…”, la de Gregorio Oviedo, esposo de Amelia Pérez. Cuando la velocidad de crucero empezaba a acompañar a la señora Pérez en su aspiración, salieron a la luz pública una cantidad importante de mensajes, opiniones, juicios de valor y posiciones polémicas de Gregorio Oviedo, que dejaban en evidencia palabras de alto calibre contra medios de comunicación, periodistas y hasta la Corte Suprema de Justicia. Oviedo es un bodeguero como cualquier otro, resentido, grosero, indecente, bodeguero, al fin y al cabo. Y con esas filtraciones la aspiración de su esposa se fue apagando rápidamente.
¿Luego qué pasó? Pues que muy seguramente, en acuerdo con el propio presidente Gustavo Petro, se acordó que Amelia Pérez llegaría al Palacio de Justicia antes de la jornada de votación del martes y presentaría su dimisión a la terna, aduciendo falta de garantías y maltratos en su contra. Calculo que pensaron que con su renuncia los magistrados de la Corte se abstendrían de avanzar con la votación, pedirían cambios en la terna o por lo menos completarla, lo que le permitiría al Gobierno nacional ganar tiempo y ajustar las cuentas para hacerse de la fiscalía. Amelia Pérez abandonó el Palacio de Justicia luego de renunciar y se encaminó a reunirse con Petro en la Casa de Nariño para revisar el tema. No contaban con que mientras ella se trasladaba al palacio presidencial, la Corte votó y eligió a Luz Adriana Camargo como nueva fiscal general de la Nación. Todo le salió mal al gobierno, peor, imposible. Y la democracia colombiana, de plácemes.
A la fiscal Camargo le deseamos lo mejor en su gestión, necesitamos resultados contundentes en los procesos que se viene adelantando contra la campaña presidencial de Petro, contra el hijo del presidente y contra el hermano del primer mandatario. Recordemos que la terna para la fiscalía surgió anticipadamente como nunca había sucedido, en momentos en los que, muy seguramente, Gustavo Petro le pedía a su hijo cambiar las versiones iniciales con descaro absoluto, al tener la seguridad de contar en un futuro con una fiscal de bolsillo. Así pasó. Nicolás Petro cambió su versión, se declaró intimidado por la fiscalía general y la fiscal esperada, Amelia Pérez, nunca llegó. ¡Mil gracias, Gregorio! Colombia se lo agradece, lo abrazamos a la distancia. Al ver las consecuencias de sus comentarios, desagradables, bajos y pueriles, Oviedo se hizo invitar a programas de radio para posar de viejo bonachón y amable; de lobo vestido de oveja. La Corte no compró el supuesto cambio y se la jugó por la señora Camargo, de la que esperamos valor, independencia y poco contacto con el ministro de Defensa, el señor Iván Velásquez, con quien trabajó en Guatemala con pésimos resultados. Desmárquese de Velásquez y la apoyaremos en consecuencia.
Jorge Eduardo Ávila