Uno de los temas que causó más revuelo a lo largo del proceso de paz con las Farc, fueron los monumentos que se harían con las armas de los guerrilleros, muchos se preguntaban con rabia ¿Por qué había que exaltar el horror, la muerte y la barbarie? Se criticó hasta el cansancio y se señaló sin saber realmente de que se trataba el asunto y cómo podía exponer el arte un tema tan complejo y desgarrador, la elección no pudo ser mejor, la maestra Doris Salcedo, una mujer con trayectoria que inspira arte, que desarrolla conceptos profundos a través de su obra y que siempre está conectada con la realidad para transformarla y mostrar de manera contundente algo que marcó al país durante 50 años.
La obra se titula Fragmentos y está ubicada en el centro de Bogotá, en un edificio que tiene un área en ruinas y que evoca la miseria de la guerra. Se concibió como un homenaje a las víctimas, especialmente a las mujeres violentadas en lo más íntimo de su ser, invitadas por la artista a martillar el metal ya a dar forma a su nueva historia; pero también encarna una sociedad fragmentada, disuelta por una lucha intrascendente que acabó con muchos sueños.
Aunque para algunos, que no entienden la complejidad del arte y menos del arte abstracto, sea un conjunto de baldosas de hierro, la obra de Doris Salcedo invita a una reflexión seria sobre lo que marcaron estos en elementos en la vida de cada colombiano y la manera en que impactaron en regiones agobiadas por el conflicto, no es un monumento, es un “contramonumento” como lo calificó la autora, que retrata la violencia que nos ha dañado el corazón, que nos ha arrebató vidas. Ahí no solo están reflejadas las armas de las Farc, también las armas del Estado que en muchos casos fueron utilizadas para masacrar a su propia gente, las armas de los paramilitares y de todos los que hicieron parte de la espiral violenta que nos degradó y que aún tiene heridas abiertas sin cicatrizar; es una obra de arte que sorprende, porque la gente esperaba, desde una visión simplista, tal vez una estatua con dos personajes que representaron la guerra dándose la mano, pero Doris Salcedo fue más allá, se involucró en el dolor de la gente para manifestar desde la interpretación individual un conflicto visceral, logró un espacio por el que todo colombiano debe caminar, para pisar y dejar atrás ese oscuro pasado de odio, venganza y dolor. Además, es un homenaje al arte bien estructurado que vive y tiene conciencia, que siempre estará ahí para decirnos ¡No más guerra, no más violencia en este país! y recordarnos todo el daño causado. Gracias Maestra, por poner a pensar al país, desde una óptica más abierta y pluralista, su frase es contundente, “No se puede glorificar la violencia, hay que criticarla”
Estocada: Esta columna se va de vacaciones hasta la segunda semana de enero, muchas gracias a todos los lectores y de todo corazón les deseo felices fiestas en familia y llenas de bendiciones.
Por Jacobo Solano C*@JACOBOSOLANOC