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¡Gracias a Dios no pasó nada!

Esta expresión,  muy espiritual, se ha convertido en la justificación especial ante hechos perversos, sobre  inseguridad y violencia, que cobijan hoy por hoy  a Valledupar y que en algún momento y de diferentes formas nos ha tocado vivir.

Nuevamente, no es la primera vez, somos  ‘elegidos’ por la acción ruin de los bandoleros  que tienen  azotada a nuestra ciudad; un delincuente con arma en mano apuntándole a la cabeza a mi hija,  y a una amiga que recién llegaba con ella a casa, estando ya del otro lado de la reja las despojó  de bolsos y celulares.

¡Gracias a Dios no pasó nada!  Es la expresión que escuchamos, y si se trata de justificar la vida, gracias a Dios no pasó nada, es la verdad. Pero… ¿y el tremendo susto de tener una pistola en la cabeza? ¿Y el miedo que se afianza  día a día en el corazón de los que sufren esta situación? 

Lo material se consigue, lo importante es que no les pasó nada. Pero por Dios,  es que sí está  pasando, nos están robando hasta lo que no tenemos; los bandidos nos tienen ‘acoquinaos’, con miedo. Justificamos estar encerrados, no podemos sentarnos en la puerta de la casa, es un gran peligro. No hay que dar papaya.

Pero lo más perverso en este “gracias a Dios no pasó nada” es que aun  pasando, la verdad no pasa nada;  si hieren o asesinan a alguien por robarlo no pasa de ser una simple estadística. Un muerto más, una víctima que sufre los rigores de la violencia y que se vuelve un simple número. Que vaina tan cruel tener que interpretarla de esta manera, lo digo justamente por lo que viví al ver a mi hija sometida e indefensa ante una mano siniestra que empuñaba un arma.

Una  situación que difícilmente  se puede  borrar del pensamiento de aquel  que pasa por esta compleja situación y de la familia y los amigos perturbados por  el accionar de estos bandidos, pero que con el pasar del tiempo, la cifra  se diluye ante la más inicua sumisión  y  esa resignación del pueblo: si nos salvamos es ganancia,  que sabe a miedo, a cobardía pura.

La Policía conoce los bandidos, sabe cómo actúan y las zonas en las que se mueven. Uno se pregunta: ¿por qué  no operan, por qué no los atrapan? Ellos responden: “Nosotros los cogemos pero al rato los dejan en libertad”.

¿Es la forma de aplicar la justicia, o es la justicia como tal que no sirve? Los juristas defienden las causas, los leguleyos arguyen razones que nadie entiende, pero lo cierto es que estamos sumidos en un mundo de inseguridad y violencia que nos agobia y nadie hace nada. ¡O si hacen que me muestren por favor!

¿Es este caos social una respuesta a la desidia del gobierno por la falta de programas o políticas de trabajo, de educación de calidad, de inversión, de principios y valores? Por ahora, mientras llegan las respuestas,  nos corresponde pedirle al alcalde que ponga orden en Valledupar. ¿Es mucho pedir? Sólo Eso.

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Eduardo Santos Ortega Vergara: