Esa sensación de los años ochenta en Valledupar, cuando salía un ‘LP’ y celebrábamos con voladores, caravanas con la brisa de diciembre y parrandas en aquellos amaneceres con olor a tierra mojada. O en los noventa en Bogotá, cuando corríamos a comprar el CD en una discotienda y nos reuníamos en un apartamento con los amigos a escuchar las creaciones de los poetas inmortales, en la voz de grandes cantantes que se fueron y nos dejaron el vallenato sin esencia; un vallenato que no volverá porque el folclor fue una luz fugaz de 100 años que nos marcó como región y nos enseñó el valor y la grandeza.
Pasó igual con los movimientos musicales europeos como el Barroco; Clásico. Romántico. Impresionista. Neoclásico y Atonal que no pasaron de 150 años de auge.
Esta semana tuve la misma sensación al escuchar la nueva canción del maestro Iván Villazón, quien nos regaló una gótica de rocío vallenato llamada: ‘Obras son amores’, en la que destaca a grandes soñadores que hicieron parte de una maravillosa revolución cultural y evoca momentos que solo los nacidos en esta tierra podemos sentir.
Esta canción tiene aroma a Fonseca con las historias crudas de Julio Vázquez, la hidalguía de Carlos Huertas y el acordeón mayor de Luis Enrique. A San Juan con la protesta de ‘Nando’ Marín que tanta falta hace, las notas vertiginosas de Juancho Rois y la entereza de Máximo Móvil.
Tiene el perfume del Valle, las guitarras de San Diego y las flores de Patillal; la brisa suave de nuestras dos Sierras en el enclave del país vallenato, donde se arrugan los acordeones para entrelazar corazones al escuchar canciones de Leandro Díaz, Esteban Montaño y Armando Zabaleta.
Es un paseo romántico dedicado al folclor de los que ya no se hacen y que tampoco les gusta grabar a los nuevos intérpretes, y que los compositores de hoy no dan para hacer; ahí fue donde el vallenato se estancó, en la base, que es la composición y que generó todo este desastre que vivimos hoy con fusiones que alteran lo tradicional, rencauches y más rencauches de clásicos que mantienen una identidad pero no aportan nada nuevo; hacen la fácil, regrabar éxitos de otro.
Ojalá el maestro Villazón cante por siempre y de vez en cuando nos regale una que otra ‘Gotica de rocío vallenato’, para seguir regando aquellas viejas canciones.