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Gorbachov, ¿vendepatria?

Un gran perdedor en el tablero del juego geopolítico lo fue Mijaíl Gorbachov, de ingrata recordación para el Partido Comunista de la Unión Soviética PCUS y el nefasto Estado que dirigió, al pagar bien caro sus tesis infantiles de concebir un mundo integral e interdependiente para que todas las potencias trabajaran conjuntamente por la supervivencia de la humanidad.

Luchar contra los problemas nucleares y ambientales, dejar la lucha de clases y deponer el antimperialismo fueron tesis y gesto de buena voluntad del jefe de Estado Soviético para convencer a Estados Unidos de que no eran una amenaza para el mundo, con el fin de normalizar las relaciones entre las dos potencias, apelando al sentimiento humanista de los imperialistas, que para ellos no fueron más que gestos de debilidad.

Una reforma basada en la reestructuración del sistema económico soviético en la década de los 80, que bautizó como La Perestroika plural y democrática, rubrica el modelo de gobierno y su apuesta por una economía de mercado que llevó implícita la apertura económica.

Antes de la jefatura del Estado, Gorbachov ya había fungido como secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, ideología que utilizó para escalar, dar un giro diametral y declararse prooxidante, traicionando los ideales del comunismo con los que llegó al poder, lo que refrenda que todo acto o proyecto humano está motivado por la “voluntad de poder”: Nietzsche, filósofo alemán.

Son los atributos de lo que en política coloquial se define como lagartismo, clientelismo, oportunismo y arribismo, el mismo que le vende el alma al diablo, sin importar el bienestar general de una nación, es la personalidad, que proviene del griego hypostase, que quiere decir máscara, la que nunca se quitó Gorbachov.

A ser odiado y castigado con la reelección tras un pobre resultado electoral, el vendepatria de Gorbachov, remoquete que se ganó por su perfidia, desmanteló la URSS, privatizó, destrozó la economía de la Unión Soviética y claudicó ante el capitalismo de Occidente y los Estados Unidos. Fue la antípoda de Nikita Jrushchov.

La burocracia y la corrupción cercaron el poder burgués con ínfulas de democratización tratando de imponer una hegemonía cultural en contra del dogmatismo marxista leninista en sus pretensiones de desestalinizar al país. La Glásnost, arma política, ideológica y cultural de Gorvachov, agrupó medios de comunicación para destruir la ideología comunista.

El multipartidismo en teoría no es nada malo, pero el pecado de Gorbachov fue liquidar todos los aparatos del Politburó, el máximo órgano ejecutivo del Partido Comunista de la Unión Soviética PCUS, espiando, controlando sus movimientos y legalizando partidos anticomunistas.

La fase superior del capitalismo es el imperialismo, como lo dejó muy claro Lenin, no una forma de gobernar, postulado que contrapuso Gorbachov hasta procurar desideogilizar el partido Comunista con su absurda teoría del desarme para el desarrollo.

El mandatario soviético detuvo las pruebas nucleares, congeló la producción de bombas nucleares, hizo un recorte de medio millón de tropas Soviéticas apostadas en el bloque del Este, retiró las tropas afganas y regaló la República Democrática Alemana RDA a la República Federal Alemana RFA.

Estados Unidos y Occidente no dejaron de mirar a la URSS como el imperio del mal, por lo que aumentaron la ofensiva, apoyaron los dos talones de Aquiles que eran Afganistán y Polonia, disminuyeron las ganancias soviéticas de petróleo al pactar con la organización de países exportadores y boicotearon la revolución cientificotécnica al limitar la exportación de tecnología, excepto la que llegaba en mal estado.

De contera, el país del Norte y Occidente emprendieron la guerra de las galaxias bajo la égida de Ronald Reagan y empujaron a la URSS a una carrera armamentística con la fabricación de escudos antimisiles para ahogar su economía que estaba de capas caídas. 

Colofón: “Recordar, para que la historia no se repita” (George Santayana). Para que no se repita, por ejemplo, el holocausto de Hitler o la traición de Gorbachov al partido Comunista.

Por: Miguel Aroca Yepes.

Categories: Columnista
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