Tener gobierno es tener un poder relativo, pero no el verdadero poder; esta capacidad de manejar las instituciones sin ser gobierno y detrás de un burladero, es un paradigma de la política colombiana, construido durante 200 años.
En Colombia, el poder descansa sobre tres ejes: las fuerzas castrenses, los gremios económicos y los medios audiovisuales. Además, los credos religiosos sirven de plasma para que estos tres elementos, no naturales, vivan y se reproduzcan. Esta triada del poder no tiene origen constitucional, es una alianza mecánica comercial para tomarse los gobiernos desde la comodidad de sus propias instituciones y canalizar la inversión pública. Este es un triángulo perverso que impacta transversalmente los otros llamados poderes como el legislativo y el judicial. Veamos en detalle. El poder castrense es una herencia prusiana cuyo rol es mantener la dominancia de una clase sobre otras; se alimenta de las glorias del pasado, quizás de las gestas libertadoras y jura defender las instituciones, más, esto es retórica jurídica y patriotera así en la constitución tenga un rol misional.
Los gremios económicos no tienen capacidad de emprendimiento y sostenimiento autónomo como lo tienen en las democracias maduras; son rémoras del Estado que viven de sus contrataciones y de su legislación. En Colombia el sector privado es sacralizado, pero no es el mayor empleador, rol que tiene la informalidad, ni el que genera las mayores contrataciones que las hace el sector público. Por eso, ahora que cursa una reforma tributaria progresiva que no le favorece, que le quita privilegios no conquistados, sale a llorar junto a su séquito de plañideros del cual vive.
Hasta marchas hacen acompañados de mercenarios; es inverosímil que lo hagan unos supuestos mineros de La Jagua cuyo sindicato impulsó el triunfo de Petro en este municipio. El lobby que muchos congresistas hacen en el Congreso de la República para mutilarla muestra el poder que tienen, solo 182 pensionados con salarios de 20 o más millones de pesos, con herederos y poderosas relaciones en este recinto, impidieron el gravamen a las megapensiones, mutilando así la progresividad de la reforma.
Por su parte, los medios audiovisuales, que antes eran considerados como el cuarto poder, ahora muchos figuran en nóminas de los gremios, de las gobernaciones y alcaldías, con apariencias de independencia, con la misión de desinformar. Así que la triada se reduce a un binomio de poder. En este juego que llaman democracia, los gobiernos de turno puestos por la triada, no son más que árbitros y componedores de estos pilares que, recíprocamente, se legitiman en sus actuaciones. Es así como se tejen sórdidos procedimientos en la administración pública convertida en cloaca; por eso Petro, en su campaña por la presidencia, hablaba del Estado mafioso.
Con la llegada de la Colombia Humana al gobierno, por primera vez en la historia republicana, este no cumplirá con este celestinaje y no será un miembro más de este contubernio. Ahora se trata de romper este esquema pernicioso que solo beneficia a sus mentores y adláteres. Petro tiene gobierno, pero no tiene el poder, pese al fuerte presidencialismo existente en Colombia; las conspiraciones de todo orden están a la orden del día, saben que el estiércol por destapar es inmenso; cuando salga toda la lava, el cielo colombiano se oscurecerá. La alcantarilla de la SAE ya abrió sus rejillas, mucha “gente de bien” está involucrada en la desaparición del testaferrato de los narcos, cerca de 30 billones de pesos están embolatados.
La creación de un banco de Ecopetrol en Suiza para financiar los robos de Reficar, más depósitos de esta empresa estatal en paraísos fiscales nadie lo sabía. Falta ver más vergüenzas. Esto es apenas una muestra que se ha descubierto en solo tres meses del nuevo gobierno, pese a que no tiene poder. ¡Que sigan las pesquisas!