Sigo sosteniendo y haciendo bastante énfasis en la necesidad de ofrecer a nuestros jóvenes una educación cívica más sólida, a la cual ha contribuido la Ley General de Educación. Por eso pienso que nuestro deber es moralizar a la gente. Nuestras universidades locales deberían desarrollar programas orientados a estimular la participación activa de los jóvenes en la vida nacional. Desde programas académicos como veedurías ciudadanas, síntomas alentadores para la renovación de la vida política en un mediano plazo.
Sin embargo, seguimos sufriendo el espectáculo vergonzoso de gobernantes inescrupulosos de funcionarios corruptos y de algunos jueces penales y de legisladores indignos. Quisiera preguntar ¿quién los educó? ¿A quién cargarle la culpa o responsabilidad de sus desmanes? Sería injusto culpar a las universidades o colegios donde hicieron sus estudios. De pronto, en esos centros de educación formal se cometieron omisiones, quizás no les inculcaron con suficiente fuerza valores como la honestidad, la responsabilidad y el sentido del honor y de la dignidad.
Pero de ahí a afirmar que las malas mañas las aprendieron en las escuelas o en los centros universitarios hay un largo trecho. Es importante comenzar a pensar y buscar otros agentes educativos de singular importancia, aunque pasen inadvertidos como formadores. A esos personajes se les debe imputar un grado de responsabilidad mucho mayor. Me refiero a algunos gobernantes y funcionarios, diputados y concejales, más “cancheros” camuflados en las administraciones con escuela política afilada. Estos sí son los verdaderos culpables de la formación de algunos terribles kínderes corruptos, mermeleadores formados en algunos gobiernos.
Aquí en Valledupar hemos tenido muchos alcaldes que les han dado mal ejemplo a sus colaboradores. Aquí en el departamento y en el municipio han sido muy raras las administraciones que han hecho escuelas de gobierno.
Nunca hemos sentido en algunos casos la mano del gobernante educador, como lo fue Navarro en Pasto, Mockus y Peñalosa en Bogotá. Estos gobernantes no sólo mandaban sino que dedicaban larguísimas horas en educar. Ojalá nuestro actual gobernador Franco Ovalle y nuestro alcalde Augusto Daniel Ramírez Uhía nos den este ejemplo.
Con estos ejemplos podemos darnos cuenta la oportunidad de conocer hasta qué punto un gobernante puede influir en el comportamiento de sus colaboradores. Sería necesario indagar quién educó a los funcionarios que hoy están siendo cuestionados, están en la cárcel por robar fondos públicos, por cometer perjuicios en beneficio propio, por mentir sistemáticamente para conseguir rebaja de penas.
Sería conveniente indagar cómo los gobernantes educan a sus colaboradores los que a lo largo de los años han conseguido robar, mentir, sobornar, corromper, mermeladear, prevaricar, sin que los metan a la cárcel. Tal vez averiguando estas cosas podamos explicarnos la inmensa dificultad de moralizar ciertos sectores del Estado y ciertas regiones del país, entre ellas el Cesar y Valledupar, donde la corrupción y el delito han hecho escuela con profesores y postgrados de lujo.
Postdata: Ojalá que el gobierno departamental en cabeza de nuestro gobernador Franco Ovalle, se luzca y rinda un homenaje a todas aquellas personas que participaron, pujaron y parieron esta idea sobre la creación del Departamento, ahora en sus 50 años, pues muchos ciudadanos sin méritos se han colado e innecesariamente han recibido honores sin habérselos ganado, ni actuado. Muchos gobernadores sinvergüenzas lo hicieron por politiquería.
No me gusta ser monotemático pero pregunto: ¿qué vamos a hacer con las porquerías, vagabundas y corruptas ciclorrutas de la carrera 9 y calle 17, trabajos realizados en la nefasta administración del señor Fredy Socarrás, actualmente empleado del Ministerio de Trabajo?
Y finalmente, por error de transcripción en mi columna anterior al referirme a la reunión que se le hizo al exsenador Oscar Gómez Britto, apareció el nombre de Oscar Gómez Baute. Pido excusas.
Por Alberto Herazo Palmera