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Gobernadora del Cesar aplaudiendo a Petro y a punto de caer

Jacobo Solano, columnista y periodista.

Esta semana se dio una imagen que llamó la atención de muchos cesarenses: la gobernadora Elvia Milena Sanjuán se derritió en aplausos con el presidente Petro en Nabusímake, exactamente cuando el presidente hablaba de prolongar el progresismo en 2026. ¿Qué estaría aplaudiendo la gobernadora? ¿Será la suspensión de las exportaciones de carbón a Israel, que le quita al Cesar y La Guajira más de 100.000 millones en regalías? ¿O será el gran portafolio de inversión en obras que ha hecho Petro para el departamento, que no se ve por ningún lado? ¿O será, de pronto, la posición de complicidad con Maduro que hará que más inmigrantes lleguen al Cesar sin ningún plan para atenderlos?

Pero esto de aplaudir al presidente no es nuevo. Recordemos que hasta la mismísima Cielo Gnecco, con su soberbia, poder y todo su dinero, también sonó las palmas fervorosamente para agasajar a Petro en su visita a Media Luna, hace varios meses. Un acto que demuestra el complejo de estos políticos de vereda, que viven de la lambonería y carecen de dignidad, además de la hipocresía que los carcome. No sé quién está peor: Petro, que no bajaba de mafiosos al clan Gnecco, o el clan Gnecco, que no lo bajaba de guerrillero, resentido y corrupto. Tampoco podía faltar Ape Cuello, que en campaña decía que íbamos a quedar como Venezuela para que votaran por Fico, pero como buen godo se volvió petrista y ahora es aliado de oro de Petro, quien le dio el Ministerio del Deporte para que gestionara las reformas en el Congreso, sin importarle que esté mencionado en el robo a los Ocad Paz, que el mismo Petro acaba de denunciar y en el cual se robaron 11 billones de pesos. Total, a mí me encanta ver estas cucarachas revolcándose en el mismo calabazo fétido de la corrupción.

Pero vamos al tema de Elvia Milena, que está bastante caliente y a punto de salir del horno. De buena fuente en Bogotá me informan que el proceso de la gobernadora por doble militancia en el Consejo de Estado será fallado en su contra, a menos que ocurra algo inesperado que afloje las tuercas. Y es que hay demasiadas pruebas de las torpezas que cometió Elvia al hacer campaña con candidatos de otros partidos.

Supongamos que mi fuente es veraz, ¿cómo queda el panorama político del departamento? En el clan Gnecco no hay preocupación si se cae Elvia Milena; de hecho, hay un sector que encabeza Cielo y su hijo José Jorge que le pegaría un fresquito, ya que Elvia nunca fue de sus afectos. Ahora, más que nunca, se le ha subido el poder a la cabeza y solo obedece órdenes de Luis Alberto desde el Ejupa, su sitio de reclusión rodeado de rejas, mallas y alambre de púas; le consulta hasta si van a destapar un inodoro en la gobernación. Dada esa fractura interna, unas elecciones no afectarán en nada, porque el clan sabe que tiene todo el poder y el dinero para volver a ganar con toda su plataforma política, conformada por alcaldes, congresistas, diputados y concejales que seguirán arrodillados al poder. Incluso, Gustavo Petro escogerá un gobernador encargado a su medida para que, en otra de esas jugarretas políticas, el clan le ponga los votos a su candidata María José Pizarro.


Para los contrarios que se están haciendo ilusiones con el poder, tengo que decepcionarlos: no hay nada que hacer, y más si continúa la división entre Claudia Margarita Zuleta y Katia Ospino, que son las líderes que podían pelear esa aspiración. Lo más extraño es que Petro sí se puede unir con el clan Gnecco, negociar con Ape Cuello y estas dos candidatas no. No entiendo nada. Dadas así las cosas, la gobernación podría regresar a manos de la familia Monsalvo, en cabeza de la hermana de Luis Alberto, Viviana, quien terminaría el mandato de Elvia, para que Ape Cuello sea el candidato en la próxima elección, un acuerdo que se estaría negociando. Falta ver si el clan Gnecco respeta ese acuerdo, porque dejarle la gobernación a Cuello es no volver a verla. Lo que sí tiene garantizado el departamento del Cesar es la inestabilidad política, el hambre, la pobreza y la corrupción; lo mismo de lo mismo en los años venideros, como le pasó a La Guajira.

Por Jacobo Solano Cerchiaro

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