Por José Atuesta Mindiola
Dijo el escritor mexicano, Carlos Fuentes: “El novelista siempre es profeta de su tiempo, sabe que en ese imperio de la información es más lo que se calla que lo que se dice. Lo no dicho, sobrepasa infinitamente a todo lo dicho o mal dicho en el discurso cotidiano de la información y la política”.
Es posible que este criterio, haya sido la ruta para que Iván Gutiérrez Visbal (La Paz, 1960), aficionado a la investigación sobre la historia, los mitos y las leyendas de la región, iniciara el proyecto literario de narrar muchas cosas que la gente ha dicho o no ha dicho, de lo que sucedió en su pueblo nativo desde la muerte del caudillo Jorge Eliécer Gaitán en abril de 1948 en Bogotá, hasta aquel sábado de carnaval de 1952.
Sobre la novela, Berni Escalona, dice en el prólogo: “Nuevamente el escritor Iván Gutiérrez Visbal, utilizando el lenguaje de imágenes costumbristas nos transporta a ese caserío, el cual enmarca en la novela como El Silencio. En el año 1952, en el mes de febrero el caserío vive los momentos más difíciles de su historia. Su gente se caracterizaba por ser alegre, buenos anfitriones y serviciales; en ese momento pierde su identidad porque no pudo aceptar ser sometida por la policía conservadora (Chulavitas)…”
El Silencio, un caserío de tradición liberal sintió con dolor propio los sucesos del Bogotazo; por radio se escuchaban arengas en contra del gobierno e incitaban a los pueblos a protestar, y lograron provocar hasta en las provincias lejanas una motivación viva. En El Silencio los pasivos moradores fueron arrastrados por esa tempestuosa tormenta: se armaron de palos, machetes, algunas armas de fuego y se volcaron a la plaza… pero como el alcalde y su gabinete eran liberales, no encontraron frente a quien protestar.
Días después, con la llegada de los agentes de policía, llamados Chulavitas, comienzan las intimidaciones y las acciones violentas en contra del pueblo liberal, y hasta los niños temerosos olvidaron aquellas frases de los abuelos: cada estrella que brilla en el cielo es el alma de nuestros muertos.
Entre los personajes de la novela, se destaca el doctor Zapata. Los que conocemos a La Paz y algo de su historia, sabemos que se trata del médico y escritor Manuel Zapata Olivella, a quien La Paz, Valledupar y la región le deben un gran homenaje por su gestión en defensa y difusión de la cultura vallenata. En La Paz, una escuela debería llevar su nombre o la Casa de la Cultura o la Biblioteca del municipio.
Termino con este comentario de Jacobo Solano Cerchiaro: “La labor de escribir, cada día se hace más difícil en una sociedad que no reconoce los valores de quienes llevados por la pasión, van construyendo historias que reflejan sentir y la problemática social de una región”.
A todos los invito a leer la novela, ‘Cuando arden las palmas’, y a reconocer los valores del escritor Iván Gutiérrez Visbal.