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Giro comercial

Por: Amylkar D. Acosta M1

El Presidente Santos ha venido haciendo lo correcto al darle un giro a la política comercial del país. Después del aislamiento diplomático y comercial al cual expuso al país la política parroquial y camorrista del ex presidente Uribe, él entendió la necesidad de abrirse al resto del mundo. Procedió a reabrir embajadas y representaciones consulares en países claves para una estrategia de expansión y diversificación del comercio exterior, como es el caso del lejano y medio Oriente.
El caso de Venezuela es patético, como afirmó el Presidente Santos “estábamos en el peor de los mundos: no había diálogo, no había relaciones diplomáticas, no había comercio, no pagaban las deudas y hasta sonaban tambores de guerra. Esa situación era inaguantable”. Lo propio podría decirse del Ecuador, enantes nuestro tercer mercado externo en importancia después de los EEUU y Venezuela. Recordemos que el prurito de tener un TLC con los EEUU llevó al Gobierno del ex presidente Uribe a provocar la desintegración de la comunidad andina, dejando lo cierto por lo dudoso.
Poco a poco se han ido recomponiendo las relaciones con Venezuela y Ecuador, lo cual ha dado ya sus primeros frutos. Las exportaciones hacia Venezuela después de superar los US $6.000 millones en 2008 se desplomaron hasta registrar sólo US $1.257 millones en 2009(¡!).Lo cierto es que ya se han visto los primeros resultados de la distensión en las relaciones, al incrementarse las exportaciones a Venezuela el 45.1% situándose en los US $1.825 millones. Con el Ecuador, los resultados son aún más tangibles, habida cuenta que el año anterior las exportaciones alcanzaron un nuevo máximo histórico de US $1.825 millones, un 45.1% mayor que en 2009, con un saldo favorable a Colombia de US $1.010 millones.

Definitivamente, sin perder de vista el mercado regional, como bien lo aconseja el director de Analdex Javier Díaz, “hay que seguir en la campaña de diversificación, independiente de lo que pase con el ATPDEA o el TLC”. Sí, diversificando la oferta exportadora, y diversificando los mercados de destino de la misma. Como lo muestra claramente el Índice de Herfindahl Hirschman indica, Colombia mantiene una elevadísima concentración exportadora (0.28 frente a un tope de 1, donde valores de “equilibrio” estarían alrededor de 0.18). Este sesgo lo producen Estados Unidos y Venezuela.  La preocupación es mayor si tenemos en cuenta la creciente reprimarización de la economía nacional y el predominio de los productos tradicionales en nuestra oferta exportadora. A ello ha contribuido, desde luego, la revaluación del peso frente al dólar.
En el 2010 las exportaciones totales crecieron el 21.2% en dólares y 8.7% en volumen, situándose en los US $39.820 millones. Pero, de ese total, más del 58% correspondieron a exportaciones tradicionales (petróleo, carbón y café, especialmente), las cuales crecieron un 41.2%, mientras las no tradicionales (especialmente manufacturas) –que son las mayores generadoras de empleo- se contrajeron el – 2.9% al pasar de US $14.900 millones a US $14.468 millones; si se excluyen los despachos de oro y esmeraldas, la caída de las exportaciones no tradicionales sería aún mayor, de –7.7%. Exportaciones como las de cuero y los textiles se desplomaron el año anterior el 17% y 37%, respectivamente.
Pero aún el comportamiento de una de las exportaciones más tradicionales como lo es el café es motivo de preocupación. Colombia ha venido perdiendo terreno en el mercado del café; después de ocupar el segundo lugar después de Brasil durante muchos años, primero fue desplazado por Vietnam al tercer lugar y el año anterior fue Indonesia la que la relegó a un cuarto lugar en importancia.
Aunque parezca paradójico Colombia está pasando por una bonanza cafetera sin café al no lograr el año anterior la meta de producción de 11 millones de sacos, debiendo contentarse con sólo 8.9 millones, nivel este muy inferior al promedio histórico de 11.5 millones de sacos. Es más, a pesar del buen comportamiento de las exportaciones la balanza exterior del 2010 cerró con un déficit en cuenta corriente del – 2%  del PIB.

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