Las manos de Patrocinio Pérez Mendoza son prodigiosas, durante 40 años han retumbado en las pieles de chivos y ganado, el mejor material para elaborar los parches de las tamboras.
Nació hace 70 años en Santa Lucía, Atlántico, a orillas del río Magdalena, donde se creó el Son de Negro, danza a ritmo de tamboras popular en el Carnaval de Barranquilla. Sin embargo, la mayor parte de su vida la ha disfrutado en Valledupar; cambió la cumbia y el bullerengue de las riberas del Magdalena, por el vallenato, género en el que ha hecho historia como ‘Giño, el brillante de Santa Cruz’.
“Giño porque así le dicen a los Patronicio en Atlántico y el brillante de Santa Cruz, porque en un saludo que le pedí a Juan Piña para mi papá, que es de ese hermoso pueblo, se le olvidó el nombre y me nombró fue a mí”, recordó mientras lijaba una caja vallenata en el patio de su casa ubicada en el barrio Cinco de Enero, al noroccidente de la capital del Cesar.
Giño ha sido percusionista en las congas de agrupaciones vallenatas tan importantes como Los hermanos Zuleta, Fredy Peralta y Alfonso López, pero fue con Poncho y Emiliano que descubrió hace 30 años que sus manos no solo eran buenas para marcar el ritmo musical, con ellas empezó a fabricar sus propios instrumentos.
“Los Zuleta me regalaron un par de tumbadoras (congas) muy buenas, pero se me perdieron, luego compré otras pero no me sentí cómodo y yo hice las mías recordando como las hacían mis abuelos allá en Santa Lucía, pero me quedaron torcidas. Me asesoré y empecé a perfeccionar la técnica, primero hay que hacer la figura del instrumento y después se cava”, explicó que así comenzó su otro negocio, con el que ha sostenido a su familia desde hace una década que dejó a las agrupaciones comerciales, para tocarle a Dios.
“Mi vida cambió, dejé el alcohol y la vida desordenada. No me arrepiento porque de esto vivo y Dios me ha dado más de lo que ganaba en la música del mundo”, dijo Giño, mientras miraba a su esposa, quien es su mejor ayudante en el taller donde con troncos de volador, ceiba blanca y cañaguate, fabrica bongos, congas, tumbadores, tambores dominicanos, tambores llamadores, guaches y cajas vallenatas.
Para la temporada de Festival de la Leyenda Vallenata se dispara la demanda de cajas que vende a 250 mil pesos y trata de cumplir con cada pedido en una semana, tiempo que tarda en convertir un simple pedazo de madera en el instrumento que marca el ritmo en el folclor vallenato.
Defiende su arte
Patrocinio ve con preocupación que los músicos modernos han desplazado la madera y el cuero como materia prima de los instrumentos y prefieren los fabricados con material sintético.
“La fibra no hay que desmeritarla, pero la verdad no da un sonido nítido como el de la madera”, así defiende la tradición que heredó de sus ancestros con raíces africanas.
“La tumbadora debe llevar cuero de ganado y las cajas para Festival Vallenato llevan el parche de cuero de chivo”, recalcó el artesano que tiene entre sus mejores clientes a Rodolfo Castilla, uno de los cajeros más destacados del folclor vallenato.
Él no es el único en este oficio, destaca a otros artesanos de la percusión como Abraham ‘El Pibe’ Rivera, ‘Checha’ Nieves y Fredy Sierra.
¿Sabía usted que…?
Un tambor es un instrumento de percusión membranófono que consta de una caja de resonancia, generalmente de forma cilíndrica, y una membrana, llamada parche, que cubre la abertura de la caja. El tambor es golpeado, para producir el sonido, en el parche con la mano o con algún objeto, comúnmente baquetas; también se suele percutir.
Martín Mendoza Cerpa/ EL PILÓN