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Ganancia material y geopolítica

A finales de junio, haciendo referencia a la respuesta fracturada a la crisis de covid-19, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, advirtió que: “hay una falta total de coordinación entre los países”.  Algunos han ido más allá, basándose en ejemplos de la historia y comparando la búsqueda global de una vacuna para el covid-19, con la carrera espacial entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, donde cada lado buscaba “ganar” a expensas del otro.

Yuval Noah Harari, afamado escritor de la  exitosa trilogía “Sapiens: De animales a dioses”; “Homo Deus: Breve historia del mañana” y “21 lecciones para el siglo XXI”, considera que es necesario crear un sistema global de producción y distribución de equipamiento médico, para dejar un legado de solidaridad, confianza y cooperación que ayudaría a lidiar con muchas otras crisis en el futuro.  No obstante, a la lógica inmersa en este pensamiento social y humanitario, estamos presenciando que el coronavirus, ha concebido una batalla política mundial que esconde la carrera por la vacuna.

Todo esto ocurre después de décadas de crecimiento para el comercio mundial, el turismo global y la cooperación internacional, pero en  los últimos años la globalización se encontró con un par de obstáculos, debido al resurgimiento del nacionalismo y el proteccionismo, desechando parte del progreso realizado en el pasado. Sin embargo, este sistema imperfecto para avanzar en la prosperidad, utilizó mecanismos para imponer castigos a los rivales, conviniendo que el comercio se ha convertido en la creación de acuerdos de beneficio mutuo, para ganar ventaja a expensas de un competidor global. Este comportamiento consentido fue desarrollando la vertiginosa formalización de mayor desigualdad en la humanidad.

No es tiempo para prescindir de los logros del multilateralismo, la situación demanda mayor cooperación y cotización de la globalización, tampoco es momento para insistir en responsabilidades ni sembrar semillas conspiratorias, pues no han servido de mucho en el pasado reciente.  En este marco la historia es reveladora, las vacunas permitieron a la mayoría de los países ricos eliminar la viruela a fines de la década de 1940, para contrarrestar rebrotes desde fuera de sus fronteras, fue necesario un esfuerzo global lanzado por la OMS para erradicar la viruela a nivel mundial en 1978.

Las amenazas contrarias a la acción de cooperación, inherentes a la pandemia y sus derivadas proponen ralentización de la globalización o, incluso, provocar una des-globalización. Estos escenarios son exacerbados por la coincidencia con el año electoral en Estados Unidos, proceso del cual el mundo espera su desenlace, en aras de desarrollar el supuesto andamiaje que engloba un nuevo orden y liderazgo mundial.

En el contexto polarizado de hoy se manifiesta en la fricción del área tecnológica. Lo que previo a la aparición de la pandemia identificaba a Estados Unidos y China, en lo relacionado con la cooperación científica y tecnológica, pasó a ser una “carrera tecnológica”. Esta competencia es de alto riesgo, la inteligencia artificial podría aumentar el crecimiento económico hasta en un 30 por ciento en los próximos 15 años en aquellos países que dominan la tecnología.  Es por eso que existe la sensación de que controlar, en lugar de cooperar es un camino hacia la ganancia material y geopolítica.

La pandemia golpeó un mundo ya inestable: uno en el que se estaban produciendo profundos cambios en el poder y provocando que los instintos competitivos superen la mentalidad cooperativa. Aunque lamentable, no debería sorprendernos que el coronavirus muestre una falta de cooperación global e incluso abra una nueva línea de frente para la competencia.

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