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Gamarra. En peligro de extinción

“Ningún interés económico, bajo ninguna circunstancia, puede estar por sobre la reverencia a la vida”, Manfred Max-Neef.

Gamarra es uno de los 25 municipios del Cesar, ubicado a orillas del río Magdalena, forma parte de la región bioclimática “Valle del Magdalena Medio”, compuesto por humedales relacionados con ciénagas, caños, playones, pozas, quebradas, y el río grande. Unas 17 mil personas habitan el pueblo. Son gentes apacibles, de vida sencilla, que tradicional y mayoritariamente han derivado su sustento de actividades primarias: pesca, agricultura, cría de animales y transporte fluvial. No hay explotación de carbón en su territorio pero los nocivos efectos de esta actividad se sienten allí con rigor, y el impacto es tal que amenaza con la extinción de este histórico poblado.

El complejo cenagoso de Gamarra tiene 1.081has., compuesto por 14 ciénagas y fue reconocido como patrimonio ecológico por su aporte a la vida en las zonas urbanas y rurales, es pulmón y nicho de biodiversidad biológica y es por eso fuente vital de recursos para los gamarreros; ha garantizado, desde siempre, un mínimo de subsistencia a los pobladores, principalmente a los pescadores artesanales, que son mayoría.

Pero las urgencias de la gran minería del carbón tienen poco que ver con las del común de los cesarenses. El gobierno nacional atiende prioritariamente las demandas de las empresas mineras y se esmera por adecuarlo todo a los intereses de éstas; poco importa cuánto afecten las medidas la vida de los habitantes de las zonas mineras. Es el caso de Gamarra.

La exportación del carbón de los dos Santanderes, Boyacá y Cundinamarca llevó al Gobierno Nacional a comprometerse con la construcción de cinco puertos multimodales a orillas del Magdalena, uno de ellos en Gamarra. Este compromiso incluyó la construcción de la transversal Río de Oro-Aguaclara-Gamarra y otras obras de infraestructura para facilitar y abaratar el transporte del carbón hacia el mar Caribe. El impacto ambiental, económico, social y cultural de estas obras ha sido enorme; imposible describirlo todo aquí; ha alterado la vida y la normalidad de Gamarra, al punto que sus habitantes se han visto obligados a presionar con medidas de hecho para impedir, entre otros, el tráfico de tractomulas por el muro de protección del pueblo y el montaje y cobro de un peaje en el trayecto Aguachica-Gamarra. Este peaje, como costo adicional al transporte, es un golpe a la economía familiar por cuanto el tráfico así como el comercio entre estos dos municipios es intenso e imprescindible.

Además, el trazado inicial para el tráfico pesado fue modificado y ahora la vía atravesará el interior del municipio y el corregimiento Cascajal. En el barrio El Cable está el acueducto cuya fuente es el Magdalena que ahora se contamina aún más por el cargue y descargue de carbón sin cuidado ni control alguno.

Pero, con todo, lo peor ha sido el desplazamiento forzado de 102 familias (unas 450 personas) del corregimiento Capulco. Es un caso aberrante y doloroso que describiré luego.

Son inaceptables tantos abusos contra una pacífica población y todo por complacer intereses que les son ajenos. No hay derecho.

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