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‘Gabo’ y su encuentro con las mariposas amarillas del vallenato

Mi tía Clarita Aponte López de Villazón con el maestro Rafael Escalona y Gabriel García Márquez, celebrando el triunfo de nuestro premio Nobel en Valledupar. 1982.

Desde los orígenes del Vallenato, Santa Cruz de Urumita al sur de La Guajira, como con la nostalgia de la península, el desierto Wayúu y el mar, anunciando la entrada al departamento del Cesar; en medio de su serenidad y tranquilidad imperturbable y su clima moderado por la cercanía a la serranía del Perijá, con el aroma penetrante de los palos de mango de azúcar y las matas de café orgánico de la sierra, siempre fue, es y será un semillero de compositores, cantantes y acordeoneros.

El maestro Rafael Escalona, junto a mi tío Carlos ‘Cabiche’ Aponte y la leyenda de su combativo gallo ‘Tuntuneco’, dejó una magia imborrable en el mito de origen de este rincón de paz al norte de Colombia; todavía hoy se recuerdan sus alegrías, sus parrandas, sus “campeonatos” de dominó y por sobre todo sus cacerías nocturnas, y claro está, la conquista de Diosas silvestres a las orillas del río Marquesote.

Con la composición de la canción ‘Mariposa Urumitera’, Escalona confirmó su huella y su embrujo en las parrandas de Urumita impactando ya a toda la región, su poesía comenzaba entonces a emprender un vuelo alto, que de manera insospechada en aquellos tiempos de provincia, llegaría muy lejos.

El maestro Rafael con su esposa ‘La Maye’ se hospedó seis meses allá en la casa de mi abuelo Don Pedro Nel Aponte Marzal, para “temperar”; creando también conocidísimas composiciones como ‘La casa en el aire’ y ‘El compadre Tomás’, de manera que se puede decir que el encanto y el ensueño generado en torno a estas canciones, a su alegría y celebración por la vida, ha sido fuente de inspiración para un inventario de artistas, no solo músicos y compositores, sino también de escritores, guionistas y pintores y poetas.

El mito y la leyenda vallenata tienen alrededor de estas composiciones urumiteras, capítulos importantes de su historia, reservada en los acontecimientos musicales impregnados de anécdotas, heroísmo y de amor, consagrados en la vida de personajes de antaño como el famoso y grande compositor Emiliano Zuleta Baquero, abuelo del vallenato, el viejo ‘Mile’, nacido a principios del siglo XX, (1912) contemporáneo de los legendarios Francisco Moscote ‘Francisco el hombre’, y del primo de este mágico personaje, el ‘Compae Chipuco’ Antonio Guerra Buyones.

El viejo ‘Mile’ fue el compositor también allá en Urumita, de la famosísima canción ‘La gota fría’, pariente de mi abuela Blasina López Baquero, Emilianito era hermano de ‘Toño’ Salas, famoso cantautor de El Plan, La Guajira, además Emiliano fue padre de los famosos Hermanos Zuleta, Tomás Alfonso ‘Poncho’ Zuleta Díaz y Emiliano Zuleta Díaz. También está Ivan Zuleta, sobrino de los Hermanos Zuleta, nacido en una “casa en el aire” en Urumita, acordeonero de Diomedes Díaz ‘El Cacique de La Junta’ e hijo del famoso cantautor y narrador costumbrista Fabio Zuleta Díaz, también nacido de la estirpe urumitera del viejo ‘Mile’.

De sus calles estrechas y la estirpe encantada en el ensueño serrano han surgido en los últimos años acordeoneros de la talla del rey vallenato ‘Chemita’ Ramos, el compositor e intérprete Fabian Corrales y los ya consagrados cantantes Silvestre Dangond e Ivan Villazón Aponte, “el gallo fino del vallenato”, que aunque no nació en Urumita tiene sus raíces maternas allá mismo.

‘La Mariposa Urumitera’ es un ejemplo magistral del costumbrismo de esta hermosa tierra y de las semillas encantadas y repletas de inspiración que esparció desde este pueblo serrano, el maestro Rafael Escalona.

Esta inspiración tuvo rumbos insospechados. Escalona era amante de las mariposas de ‘La Malena’ (arroyo mítico de las sabanas de Patillal), las de alas transparentes y las que hablan, bailan y se enamoran; compuso otras dos canciones referentes a las mariposas, pero ya no en Urumita, fueron estas ‘La Mariposa del Río Badillo’ y ‘La Mariposa Bonita’. Esta trinidad de mariposas plagadas de amor sagrado, en honor a la belleza y encanto de las mujeres de su tierra, voló alto y su fama las llevó lejos.

En mi opinión y en la de muchos otros más conocedores que yo, a los que he escuchado, inspiró a muchos corazones desprevenidos, como el de nuestro premio Nobel Gabriel García Márquez, quien antes de lanzar su obra consagratoria ‘Cien años de soledad’, recorrió estos polvorientos pueblos colmados de mito y de leyenda, vendiendo enciclopedias.

Cuando llegaba la primavera en la provincia de Padilla, cerca al 22 de marzo, la naturaleza coqueteaba y se adornaba de bellos colores, reverdeciendo, fructificando, como entregándose al igual que la mujer bien amada. Toda una celebración de la vida, adornada por miles y sino millones de mariposas amarillas, revoloteando con promesas de amor y de fertilidad de la tierra y de sus bellas mujeres, por lo que nuestros ancestros campesinos con mucha razón y sin sesgo supersticioso alguno, creían que ellas, las mariposas amarillas, (las mismas de Mauricio Babilonia), eran ángeles mensajeros del amor proveniente del paraíso en el cielo.

‘Gabo’ iba indagando y conversando con la gente, rescatando los tesoros costumbristas de estos pueblos y sus patriarcas ya cansados y agotados de la lucha diaria, a punto de partir al sueño eterno.

Seguramente también cantaba, también parrandeaba, seguramente debido a su gran amistad con Rafael Escalona y a su amor por el arte, se dejó embrujar por el mito y la narración de la letra de las canciones del maestro Rafael y su entrañable amistad (a tal punto que inmortalizó a su querido amigo en su novela ‘El Coronel no tiene quien le escriba’ y en su obra maestra ‘Cien años de soledad’ como el sobrino del obispo), y muy probablemente esta “mariposa Urumitera” dejó alguna buena impresión en la genialidad del escritor, compilador y intérprete de historias locales y costumbristas, para presentarlas a un mundo global, conquistando sus corazones, sus mentes y sus sueños, con las memorias de nuestros viejos y las líricas de las canciones de la provincia de Padilla, pero contadas ahora de manera más adornada y magistral, dejando huella imborrable universal, en la memoria de toda la humanidad.

Años más tarde otro juglar nuestro, el maestro y compositor invidente Leandro Díaz, desde sus raíces de Hatonuevo, La Guajira, volvería a conquistar la fantasía literaria de Gabriel García Márquez, permitiendo el escritor ya consagrado y famoso, que el fragmento inicial de una de las más grandes composiciones musicales de Leandro Díaz, su famosa ‘Diosa Coronada’, sirviera de epígrafe para la obra del premio nobel ‘El amor en los tiempos del Cólera’.

Por Jacobo Daponte V

Artista Plástico y Gestor Cultural.

Categories: Crónica
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