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Fundación Silvestre Francisco Dangond Daza

Esta columna es un paréntesis a mis escritos sobre filosofía. El 22 de Septiembre constaté algo singular en la ciudad de Villanueva. Había recibido invitación de un hijo epónimo de allí, doctor Rodrigo Dangond Lacouture, para acompañarlo en la presentación de su libro ‘Mis debates con sed de justicia’, verazmente prologado por el doctor Amilkar Acosta Medina, quien, como se sabe, ha ocupado significativos encargos públicos de la República. En el acto, acusamos la presencia del gobernador de La Guajira, Weildler Guerra Curvelo, cuya elocuencia me convenció.

Mi compañero de desplazamiento fue el insigne y enjundioso contertulio de diferentes temas del saber culto, Padre del Departamento del Cesar, doctor José Antonio Murgas Aponte.

Llegados a Villanueva inmediatamente ingresamos en la casa solariega que perteneciera a la familia Dangond Lacouture, de mí grato recuerdo, pues fui alumno del colegio Santo Tomás de Villanueva, dirigido por aquellas calendas de finales de la década de los 40 del siglo pasado, por el inolvidable maestro don Rafael Antonio Amaya, y tuve por acudientes a los ejemplarizantes matrimonios conformados por don Silvestre Francisco Dangond Daza y doña Victoria Lacouture; por el doctor Enrique Martínez (el Tío Martinez) y doña Carmen Ariza; por don José Manuel Martinez y doña Rosa Quintero. De tal manera que cuando no encontraba a uno de los acudientes recurría al otro, y de esa manera yo era feliz.

La casa de los Dangond Lacouture más que casa era, y aún hoy lo es, un hermoso y cómodo palacete, que alojó holgadamente al matrimonio y a sus diez vástagos. Todos importantes y significativos, no solamente allí, sino dondequiera asentaron sus propias familias y empresas económicas.

Rodrigo se hizo profesional de la odontología en la Pontificia Universidad Javeriana y sus servicios como tal recibieron amplia acogida en la ciudad de Barranquilla, lugar de su residencia. Un día fue picado por el atractivo de la política, y alcanzó la gobernación del departamento de La Guajira y luego logró ser senador de la República.

También se ha destacado como empresario agropecuario y como dirigente cívico en actividades de comprobados resultados sociales, como la de ser el primer benefactor de la Fundación que lleva el nombre de su padre.

Lo dicho y mucho más, lo atestigua su libro, cuya lectura recomiendo, para ilustración histórico-política y cívica de contemporáneos y venideros.

Ante todo, esta columna quiere relievar el espíritu magnánimo de don Silvestre Francisco Dangond Daza —verdaderamente excepcional , antes y ahora-, quien hace medio siglo dispuso constituir la fundación Amparo de Niñas, donando su bella casa y otros bienes, para educar y formar las 40 niñas más pobres de Villanueva.

Encomendada su dirección a las hermanas capuchinas con asiento en Villanueva, posteriormente a Tere Orozco y hoy día, a Luz Estela Zabaleta de Daza, brillante educadora. Ahora cuenta con un colegio de bachillerato que educa a 1.200 muchachos, para lo cual su benefactor ha donado un terreno próximo, y ha gestionado la adquisición de cuatro hectáreas semirurales, cercanas, donde actualmente se edifica un mega colegio, para ampliar la capacidad a 1.500 alumnos.

Su benefactor, doctor Rodrigo Dangond Lacouture, reconoce la colaboración de entidades como la Gobernación de La Guajira, y de las personas consagradas al éxito de la ejemplar institución.

NOTA: Si visitas Pueblo Bello notarás que allí tu mente piensa mejor. Ahora viajarás por una magnífica carretera, gracias a los gobernadores Luis Alberto y Franco. Y al contralor Maya.

Por Rodrigo López Barros

rodrigolopezbarros@hotmail.com

 

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