Jaime García Chadid
Estamos viviendo situaciones previsibles y esperadas. Aquí no hay de por medio los efectos de un terremoto, tsunami, erupción volcánica o los tan de moda incendios forestales; es la consecuencia de varias acciones perversas entre las que se cuenta principalmente el feroz e inmisericorde asalto por parte de la politiquería y el enriquecimiento ilícito de porción importante del sistema eléctrico nacional, especialmente al de la región Caribe. Caminamos conscientemente, de manera lenta pero segura al despeñadero en el que terminamos cayendo. Por eso a pesar de las nunca escuchadas y desdeñadas advertencias de Peraloca, aquel personaje del programa de Hebert Castro, podemos expresar con él: se les dijo, se les advirtió, se les previno… Pero hicieron caso omiso y se electrocutaron.
El sistema eléctrico regional, ha sido un botín, una mercancía barata feriada en forma irresponsable, hicieron todo lo que tenían que hacer y con la técnica de la piraña, lo único que dejaron fueron unos huesos pelados.
Mis recuerdos están vivos para cuando llegaba la época de las elecciones y un grueso número de ciudadanos esperaba y obtenía que la empresa electrificadora asumiera sus deudas. Pero eso, si se quiere, era microtráfico, lo gigantesco fueron los negociados de vender empresas intencionalmente llevadas a la postración, moribundas a precio —por supuesto— de empresas moribundas, no digo de huevo porque está muy costoso.
Esas electrificadoras, casi todas del orden departamental, fueron echadas en un costal y se hizo un negocio con españoles de dudosa ortografía, ladrones, como aquel, que entre otros y numerosos dislates, cuando dispusieron irregularmente de sesenta mil millones de pesos aportados por el Gobierno nacional destinados a subsidiar el consumo de estratos bajos y terminaron engrosando su flujo de caja y de eso nada que se supo más. Como siempre se ha dicho: “Esa platica se perdió”.
Y los robos de energía que se dan en todos los estratos, no solo por el fraude a la medida sino por el uso desviado de utilizar los estratos 1, 2 y 3 para, por ejemplo y consumir en exceso porque lo que no nos cuesta, pues hagamos fiesta.
Por otro lado, y encima de todo esto y cómo si fuera poco, creo que todavía no se ha hecho un análisis serio sobre las supuestas bondades de la interconexión que ha dado origen a una serie de frustraciones que hay que revisar seriamente. Según nos pareció y sigue pareciendo ese enlazamiento ha sido un punto débil porque con solo volar una torre quedamos en el aire. Fueron muchos los días y noches en que por “cortesía” de la guerrilla y nuestra deficitaria capacidad de generación se mostró claramente.
Por otro lado, se omitió deliberadamente algo que nos terminaron cargando y seguimos con él a cuestas y fue el costo por transporte y pérdidas por trasmisión lo que termina afectando el precio del kilovatio-hora, pues, si bien lo producido hidráulicamente es más barato, se impone aceptar el valor de las pérdidas y entonces ya no es tanta la felicidad.
Allí hay que poner la lupa, porque no me parece aceptable con aquella regla que establece “con cara gano y con sello pierdes tú”.
La importante generación térmica de la Costa es utilizada de una forma que hay que repensar. Sirve para compensar la falta de lluvias y asegura al sistema eléctrico nacional pero no sé qué tanto nos beneficie directamente.
Y nada digamos por ahora del cuento del alumbrado público.