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Fuerzas en Dios

Por: Valerio Mejía

“¡Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos!” Salmos 84:5

Las mejores cosas de la vida proceden del sufrimiento. Entendido como la paciencia, conformidad o tolerancia con que se soporta algo. El trigo se tritura antes de convertirse en pan. El incienso debe arrojarse al fuego antes que de sus olores. La tierra hay que quebrantarla con el arado cortante a fin de prepararla para que reciba la semilla. Es el corazón contrito y quebrantado el que agrada a Dios.
Los momentos más gozosos de nuestra vida son aquellos que hemos construido con tesón y que son el fruto del sufrimiento. Pareciera que nuestra naturaleza humana tuviese necesidad del sufrimiento para mejorar la calidad, afinar la puntería y atemperar el carácter que nos conduzca al éxito.
Si de verdad aspiramos a ser agentes de cambio y factores de bendición para otros; si queremos participar del don de la compasión y de la gracia de la vida; si deseamos convertirnos en partes activas de la solución y dejar de ser parte del problema; si queremos ayudar a nuestro prójimo en la tentación y desarrollar prudencia y tacto para pasar por el camino de la vida sin causar penas innecesarias y sufrimientos desoladores; entonces, debemos estar dispuestos a pagar el precio de recibir una educación de calidad siendo formados por la pedagogía del sufrimiento y así ser llevados a través de la cultura del amor y la ternura.
El corazón alegre, feliz y jovial no necesita de consuelo. Tenemos que descender a las profundidades del desaliento, el desamor, la angustia o la desesperanza para poder experimentar el valioso regalo de ser consolados por Dios. Cuando esto ocurre y nuestro corazón es consolado; entonces, podemos consolar también a otros con ese mismo consuelo con que hemos sido consolados por Dios.
Así, cuando la noche cubre el jardín de nuestras almas, cuando las hojas de nuestras vidas se cierran y las flores dejan de recibir la luz del sol, cuando el sol de la esperanza ha desaparecido y la sombras de la duda envuelven nuestra existencia; entonces, Dios envía sus gotas de rocío, el cual desciende de manera imperceptible pero cierta, toda vez que el sol ha desaparecido.

Amado amigo lector, ¿Cómo podríamos calcular lo mucho que debemos al sufrimiento y al dolor? Si no fuera por ellos tendríamos muy poco espacio en el que ejercitar las facultades de muchas de las principales virtudes de la vida. Sin ellas no podríamos desarrollarnos y crecer. Sin ellas no participaríamos del proceso de avance y formación del carácter. ¿Dónde estaría la fe si no existiera la prueba para probarla; o la paciencia, si no hubiese nada que soportar; o la experiencia, si no existiese la tribulación para desarrollarla?.
Cuando en los grandes astilleros se construyen barcos, se hacen pensando en el mar y las tormentas, se construyen pensando que serán capaces de soportar los vientos y huracanes. Así mismo, cuando Dios nos hizo sus hijos, pensó en probarnos y nos dio el recurso de sus promesas para que confiásemos en ellas y tomáramos fuerzas en él. ¡Tomemos fuerzas en Dios y agarremos aquellas promesas que son convenientes para combatir las tempestades y los tiempos de adversidad! ¡Sus palabras de promesas son dadas para probarlas y comprobarlas! Las bendiciones obtenidas mediante el pacto de la Cruz, no son solamente para mirarlas, sino para apropiárnoslas por la fe.

Hoy te animo a que utilices las promesas de Dios. Ellas no son curiosidades de museo, sino fuente de toda inspiración y consuelo. Podemos confiar en Dios y tomar fuerzas de su presencia, cuando quiera que nos hallemos en necesidad. Él jamás dirá que no, a lo que ya ha prometido.
Oremos juntos, “Querido Dios, gracias porque puedo renovar cada día mis fuerzas en ti. Convierte el sufrimiento en un ayo que me conduzca a Cristo. Amén”.

Recuerda: No debemos temer a las nubes que oscurecen nuestro cielo; aunque durante un tiempo oculten el sol, jamás podrán extinguirlo y en un breve tiempo volverá a aparecer trayendo su luz y su calor.
Oro que puedas depositar en Dios todas tus angustias, que él sea tu fortaleza y pronto auxilio.

Te envío saludos cariñosos y muchas bendiciones en Cristo

valeriomejia@etb.net.co

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