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Fue a mis espaldas -me autoengañé–, me acabo de enterar

Estas frases tienen sus autores perfectamente definidos, reconocidos por el pueblo colombiano. Les pasa una tractomula por encima, no se dan cuenta, no pasa nada y como resultado salen ilesos; ni siquiera se inmutan.

A los protagonistas de este escenario real se les podrá endilgar alguna conducta delictiva, se investigará, pero no trascenderá; quedarán como imputados, aunque todo el país piense lo contrario, expresando que la justicia es para aplicársela a los de alpargatas y ruanas. Una verdadera práctica o ejercicio de la justicia en Colombia es la que a gritos se pide; además que se respeten los derechos, la dignidad de las personas; sin discriminar; tampoco se hagan distinciones o acepciones para beneficiar a los implicados o enjuiciados. No es una verdadera justicia la que ejercida deja dudas en la opinión, se ejecuta a medias con un suficiente acerbo probatorio. El anhelo de muchos es que posiblemente algún día los gobiernos ofrezcan una eficiente justicia, un equilibrio acorde y justo para sí y sus gobernados.

Mientras se reiteren estas “justificaciones o argumentos”, fue a mis espaldas, me auto engañé o me acabo de enterar, u otras, que les puede pasar un elefante por el frente y se hacen los miopes, existirán muchos que las replicarán; entre tanto el entramado de la corrupción crece, crece, crece y se fortalece.

En lo sucesivo, mientras se siga debilitando el panorama judicial, se confabule, no sentencien con verdadero rigor y admitan como valedero estos argumentos, resultará ineficaz la aplicación de justicia. Es esta una forma de ocultar propósitos bajo la sombrilla de una supuesta legalidad para proponer decisiones; sin embargo, los ecos del escándalo que produce la corrupción son cada día más notorios y desequilibran el estímulo de la participación ciudadana. La actuación que estamos observando es un insulto a la ética, por lo cual se requiere obrar con una agenda de verdadero carácter político que sirva de campanazo de alerta. Articulación de la sociedad civil es lo que se requiere ahora, pero con acceso, emprendimiento y sentido de pertenencia, además pudor, de lo contrario lo visto será una cronología de confrontación que diluirá la esperanza de cambio que en el pasado habíamos sembrado, por ello es perentorio y categórico, crear un pensamiento conceptual y de análisis que neutralice la corrupción y aguda polarización que día por día extiende sus tentáculos, acabando con la poca credibilidad de lo que queda de democracia. Estamos viviendo un escenario global corrupto, bastante convulsionado, que se enquista en Colombia y de qué manera, ejemplo elocuente para confirmar el valor y el sentido de los pueblos latinoamericanos.

Necesitamos un escenario de solución, que examine la decisión de la sociedad en los problemas cotidianos, pero seamos conscientes y juguemos un rol más proactivo en el esfuerzo por lograr el propósito de esclarecer la verdad y no que todo sucedió a nuestras espaldas, sería como echarle tierra y tapar, simpleza esta que produce enojo y rabia al colectivo social.

Por Jairo Franco Salas

jairofrancos@hotmail.com

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