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Frases de la historia II

Óleo en lienzo en el que se representa a Eris ofreciendo la manzana de la discordia en la boda de Tetis y Peleo. Pintura de Jacob Jordaens. 1633. Museo del Prado.

Muchas expresiones han pasado al uso diario derivadas del algún acontecimiento que el tiempo trata de borrar. He aquí algunas de ejemplo:
Averígüelo Vargas. Cuando se demuestra duda o desconfianza sobre algo, decimos esta frase. Se debe la misma a que la reina Isabel La Católica cuando recibía un memorial por parte de sus funcionarios reales o de un súbdito con una queja, un informe o una petición fundada en un hecho que ella quería comprobar escribía a pie de página de ese libelo esa frase, puesto que era una orden para Francisco de Vargas, un licenciado, Colegial de Santa Cruz de Valladolid, quien le servía como consejero real, secretario y luego alcalde de Madrid.

La manzana de la discordia. Su origen no está en el mito bíblico de la manzana que Eva le dio a Adán. Es el siguiente: Tetis y Peleo (futuros padres de Aquiles el semidiós de la epopeya de Troya), celebraron sus bodas. Invitaron a todos los dioses del Olimpo al banquete, menos a Éride, diosa de la Discordia, que no fue invitada. Sin embargo, asistió al festejo y puso una manzana dorada en la mesa nupcial con una inscripción que decía: “Para la más bella”. Tres diosas estaban anhelando ese honor. Hera, Atenea y Afrodita. Zeus no quiso ser juez y como tal propuso a Paris, un príncipe de Troya. Paris se decide por Afrodita quien le había ofrecido el amor de Helena, la esposa de Menelao, rey de Esparta. Según eso, éste fue el origen mítico de la Guerra de Troya.

Quién fue a Sevilla perdió su silla. Durante el reinado de Enrique IV de Castilla (Siglo XV) el arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca y Ulloa tenía un sobrino al que le habían concedido el arzobispado de Santiago de Compostela. Ante la tensión y revueltas que existían por aquella época en Galicia, el arzobispo de Santiago de Compostela le pidió ayuda a su tío para que calmara la situación. Alonso de Fonseca aceptó el cambio y dejó a su sobrino ocupando su lugar en Sevilla. Cuando regresó, ya apaciguada Galicia, su sobrino se negaba devolverle su silla de Sevilla. La disputa causó ruido e hizo nacer el refrán. El Papa Pio II intervino, y Alonso de Fonseca ocupó de nuevo la silla arzobispal de Sevilla.

Estar en bancarrota. Este es un vocablo que designa quiebra económica, ruina. Se originó en la Edad Media cuando los prestamistas hacían sus transacciones en una calle o plaza. En Venecia, por ejemplo, casi todos iban a la Plaza de San Marcos, allí sobre una mesa o banco ponían sus bolsas repletas de monedas y sus libros de anotaciones. Cuando tenían un revés económico rompían la banca, con lo cual señalaban a su clientela que no estaban en servicio. De ahí nació la expresión “Estoy en bancarrota”.

Ni quito ni pongo rey. Fue una frase con la cual se significaba que no se tomaba una decisión si no que se cumplía con un simple deber. Su origen está en el duelo mortal entre el rey Pedro I de Castilla y Enrique de Trastámara, su hermano, por la disputa al trono en 1369. Pedro había sido derrotado en la batalla de Montiel, pero para negociar su salvación acudió a la tienda del guerrero francés Beltrán Duguesclin, y allí se encontró con su hermano. En duelo a muerte con él, resultó muerto. En un momento dado Pedro llevaba ventaja sobre Enrique. Duguesclin que servía a don Enrique, ayudó a éste a levantarse del suelo facilitando su triunfo. Al reprochársele su intervención, contestó: “Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”.

Poner pies en polvorosa. Esta expresión nació en el siglo IX d.C., cuando Alfonso III, rey de Asturias, acudió con sus tropas a defender su territorio de los ataques de los moros del emir de Córdoba. La batalla se libró en un campo cercano del río Orbigo, provincia de Palencia, en los campos de Polvorosa, y por un providencial eclipse de luna el ejército musulmán aterrorizado huyó precipitadamente. De ahí deviene la expresión con el significado de persona que se ausenta apresuradamente de un lugar.

Pasar la noche en blanco. A primera vista se piensa que significa insomnio, trasnocho o falta de sueño. Sin embargo, la frase se remonta al ritual de la Edad Media cuando existían las órdenes de caballería como los templarios, hospitalarios, la de Malta, Calatrava, etc. Cuando se armaba a alguien caballero, el aspirante tenía que pasar la noche en vigilia “velando las armas” o sea la espada y la armadura. Al final oía misa, comulgaba y después se arrodillaba ante el noble feudal (duque, marqués, conde) le besaba la mano y le prestaba juramento de fidelidad. Entonces éste le ponía la espada sobre los hombros, le daba un espaldarazo y un beso en la mejilla con lo cual se convertía en caballero. Eso se llamaba “pasar la noche en blanco”.

Por Rodolfo Ortega Montero/ EL PILÓN

Categories: Crónica
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