Mientras Venezuela padece las consecuencias de la implementación de un modelo que actualmente reclama su fracaso, en Colombia se habla mucho en todos los lugares sobre el Socialismo del Siglo XXI. Para la mayoría este concepto concibe la situación caótica y deplorable del país hermano, construida desde 1999 bajo la posición confusa del fallecido Hugo Chávez, pero muy pocos conocen el enfoque y el origen del concepto, apropiado a las tesis utópicas del sociólogo alemán Heinz Dieterich, quien en el año 2000 publicó su libro “Socialismo del siglo XXI” como teoría de política económica y social estructurada para sustituir el capitalismo por un Estado socialista. Dieterich apoyó la política de Chávez en sus primeros años de gobierno, hasta que en el 2007 manifestó su desacuerdo con la forma como en Venezuela se estaba aplicando su teoría.
El año pasado, Dieterich en entrevista concedida al Diario el Clarín de Argentina, manifestó que su amistad con Chávez, se resquebrajó a partir de 2005, porque dijo que en Venezuela en realidad no había socialismo en el sentido histórico del término. Actualmente el otrora asesor del proceso venezolano es un duro crítico de Nicolás Maduro, al que considera una “mala imitación” de Chávez, y vaticina para el país un “desenlace catastrófico”.
Pese a que Heinz Dieterich desenmascaró su posición sobre la asesoría que ofreció a Hugo Chávez, otros investigadores y autores como Alan Woods (Marxista) en su libro “Reformismo o Revolución; Marxismo y Socialismo del Siglo XXI”, considera que los planteamientos de Dieterich son viejos argumentos de la socialdemocracia y del reformismo. Este libro constituye una respuesta a las ideas de Heinz Dieterich, cuyas propuestas para la revolución venezolana van en la dirección de una reconciliación con la oligarquía, sembrar confusión y justificar las ideas reformistas acerca del socialismo del siglo XXI. Semejante consideración, quizá celosa y antagónica, porque al escritor gales lo han incluido en la colección de consejero presidencial de Chávez.
Los reveses que en varios países de América Latina ha tenido el impulso del Socialismo del Siglo XXI, son atribuidos con mucha lógica a dos hechos consecutivos, la muerte de Hugo Chávez en 2013 y la caída estrepitosa del precio del petróleo en 2014. Este último evento terminó por desmoronar el discurso lejano de apropiar la distribución de la renta petrolera en beneficio de los más pobres. Nada de esto ocurrió porque la industria petrolera en Venezuela está en el fondo del estanque y algunos réditos en los bolsillos de nuevos burgueses y militares que protegen al gobierno.
Queda claro entonces el agotamiento del discurso o arenga revolucionaria, probable motivación del acuerdo de paz logrado en el país con las Farc, el cual en términos sencillos no consiste en la transformación de un país convulsionado a otro escandinavo. Desde esa perspectiva, es plausible que el Gobierno haya decidido pararse de la mesa de negociación con el ELN, luego del ataque terrorista que perpetraron cobardemente en Barranquilla.
No se puede dudar en ningún instante de la paz como bien superior, pero al ELN hay que enfrentarlo con todo el poder del Estado, porque sus actos de terror son incongruentes con los ejercicios de dialogo y favorables para proteger su amplia gama de negocios ilegales; sobre todo, el crecimiento exponencial del cultivo de coca, además, es evidente que el sueño revolucionario es una farsa, como el negocio montado por Heinz Dieterich.
@LuchoDiaz12