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Firmes y positivos con la Casa en el aire

Un vaso a la mitad se puede apreciar como un vaso medio lleno, u observar como uno medio vacío. Ambas perspectivas tienen razón frente a un hecho evidente. Empero, denotan también un estado de ánimo, de disposición.

Esa encrucijada nos asalta cada vez que nos referimos a obras como la Casa en el aire,  o la concluida plaza Alfonso López. Es usual confundir las cosas: se parte de la base de que como una obra se hizo con poca socialización, variación de diseños originales y una probable coima – es deplorable que se parta del supuesto de que toda obra pública envuelve necesariamente una comisión ilegal, comprometiendo a funcionarios y particulares contratistas; que se comenta pero no se encuentra fácil la prueba- es una construcción horrible, que afecta el clima, el bosque, etc.; en fin, es un proyecto innecesario, dilapidador, corruptor y de pésima estética.

Un aspecto es el proceso y otro el resultado.  En ese orden,  frente a las obras realizadas en la ciudad como la mencionada plaza principal, el monumento al Eccehomo, el estadio o la Casa en el aire, debemos adoptar una posición proactiva, generosa y positiva.

La estética es siempre discutible. La Pilonera es un monumento que, para algunos, no es la  cacica Consuelo pero es un emblema de la ciudad  visitada por los turistas. Cuando se hizo la estatua del Diomedes sentado se dijo que era una obra fea y rara y terminó siendo un éxito descomunal; sin duda la plaza Alfonso López terminará siendo admirada por los vallenatos, también el estadio, sobre todo el día que se luzca en los Bolivarianos y  el Valledupar Fútbol Club suba a  la  A del rentado nacional y, quién lo creyera, la Casa en el aire terminará siendo un atractivo e ícono de la ciudad, si la rodeamos de buena voluntad y energía positiva.  Valoramos la actitud pragmática de nuestro alcalde Mello Castro, y la disposición del gobernador Luis Alberto Monsalvo, de poner en servicio pronto la fase funcional próxima a concluir, que ya muestra forma;  y contratar la segunda fase.

Es desilusionante que la Universidad Nacional, frente a tantas críticas, no le haya dado la cara a la ciudadanía, con la presencia de sus  diseñadores, para explicar el concepto urbano y arquitectónico de la obra y nos hayamos quedado los vallenatos dando opiniones diversas, dispersas,  sin referente cultural y artístico, palos de ciego. Su omisión también ha contribuido a que la gente no tenga una sensación acogedora de esa inversión.  Es esto frecuente en nuestros mandatarios, omitir informar el detalle de los procesos y de las características de las obras públicas, pero no lo esperábamos de la universidad.

Esa obra tiene un importante potencial y si se hace en ella el previsto museo del maestro Rafael Escalona, el más portentoso de nuestros compositores, cofundador del Festival Vallenato, personaje de Cien años de soledad, atraerá grueso público y le recordará a la juventud que aún hay muchos temas, como los que abordó Escalona,  que no se limitan, como en la actualidad, al ritmo más bailable, para disputarle el mercado a los géneros urbanos como el reguettón, y a las crudas relaciones sentimentales.   

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Redacción El Pilón: