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Fico: ¡salve usted la patria!

Desde niño he vivido los días de elecciones intensamente. Esos domingos siempre me he levantado temprano, he encendido la radio a las 8:00 a.m. para escuchar las notas de nuestro himno y estoy pendiente del acontecer nacional durante el día. Generalmente salgo a caminar por la ciudad en la que me encuentro, recordando mis épocas de actividad electoral dura, en las que tenía trabajo y funciones determinadas, todo ad honorem, por amor al país y honrando mis convicciones. 

Voy a votar. A eso de las 3:45 p.m. enciendo la televisión y me preparo para el análisis que viene luego de cerrarse, de nuevo con el himno nacional, las votaciones.

En mi vida han sido muchas las oportunidades en las que he podido trabajar en una campaña. Desde los 10 años, para las elecciones presidenciales del 86 que finalmente ganó Virgilio Barco, me declaré alvarista y acompañé al Dr. Gómez fielmente hasta después de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991. No soporté verlo de amigo de Antonio Navarro, quien como Petro, fue miembro del M-19 que secuestró a Gómez. Ahí me aparté. Hoy lo admiro por eso.

Luego en 1988 le hice mucha fuerza a Andrés Pastrana para que fuera el primer alcalde de Bogotá por voto popular. Ahí sí ganamos, derrotamos a Caicedo Ferrer que luego fue preso. En el 90 apoyé de nuevo a Álvaro Gómez enfrentando a César Gaviria, luego de la muerte de Luis Carlos Galán. 

Perdimos, era inevitable. Luego acompañé desde sus inicios a la Nueva Fuerza Democrática de Andrés Pastrana, que llegó al Senado con una lista de lujo.

En las elecciones de 1994 apoyé a Pastrana, hice parte del Comité Ejecutivo de la campana en Chía; tenía tan solo 18 años. Ya sabemos la historia de cómo, con dineros del Cartel de Cali, el ‘Bojote’ ganó, por muy poquito, las elecciones. En el 98 volvimos con Pastrana y finalmente ganamos.

Ya en el 2002, después del desastre del Caguán, no veía opciones de salir del embrollo. Un amigo de la universidad me invitó, un martes a eso de las 11: a.m. a un salón comunal de un edificio ubicado en Bogotá como en la calle 125, varias cuadras abajo de la autopista. El plan era oír a Álvaro Uribe Vélez, quien aspiraba a la Presidencia de la República. Su discurso fue esperanzador, cada palabra que decía era miel para mis oídos, pensábamos igual, compartíamos las mismas ideas para contrarrestar la burla y el rearme de las FARC durante el gobierno Pastrana. 

Recuerdo que terminó la reunión, llamé a mi mamá y le dije: acabo de estar con el próximo Presidente de Colombia, voy a trabajar duro para que gane. A lo que mi mamá respondió: pero si tiene solo el 1% de la intención de voto, eso no es nada. Y le contesté, ya verás, ya estarás votando por él. Y dicho y hecho.

Hice parte de otras campañas como la de Rudolph Hommes a la Alcaldía de Bogotá, solo sacamos 25 mil votos; la de María Isabel Rueda a la Cámara, nos fue muy bien pero ella se retiró antes de terminar su cuatrenio, trabajé en muchas otras. 

He pasado horas y horas hablando y apoyando a candidatos que considero ideales para Colombia. He ganado y perdido, esa es la democracia.

Voté por Santos en el 2010 y desde entonces no hay día en que no me arrepienta de semejante error. Nos tumbó a todos. El plebiscito no fue su primer robo. Tuve que presenciar cómo usando los recursos del estado e inventando la novela del hacker, le robó la elección a Oscar Iván Zuluaga, un buen tipo, decente. Hace 4 años, por esta época, estaba muy asustado por la amenaza petrista. Ganamos con Duque y menos mal así fue. ¿Se imaginan el manejo de la pandemia de Petro, que ni siquiera pudo con Bogotá?

Ahora, por el contrario, me siento tranquilo, muy tranquilo. Desde siempre he dicho que Petro no ganaría en primera vuelta, ni cuando marcó 60% de intención. Hoy me sostengo en eso y creo firmemente que quien pase con él a la segunda vuelta será Presidente. Ese es ‘Fico’, no le alcanzará al ingeniero y boxeador Hernández. Y sigo esperanzado en que buena parte de lo que “conversamos” durante 3 comidas, se haga realidad.

Estamos en sus manos ‘Fico’. Así ha de ser, así será.

¡Salve usted la patria!

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Jorge Eduardo Ávila: