¡Mira! han florecido los puys y los cañaguates, formando bajo el cielo cerúleo una estera amarilla cubriendo los cerros, anunciando que se acerca el festival de mi tierra.
Mi alma goza de emoción y el eco de las melodías de un paseovallenato me transporta a las épocas más recónditas donde los turistas llegaban a disfrutar de las auténticas notas de un acordeón y algunos baldragas sacaban fuerzas para aguantar una semana de parrandas incesantes.
Los 26 de abril, cumpleaños de ‘El Mono’ mi hermano menor, desde temprano se abren los fuelles para ocuparse de sus menesteres, arremete el sol y el preticor llega con las primeras gotas de lluvia, acompañado del sonido de un cadencioso merenguecantado por mi hermano Fausto Javier.
El sonse alista y marca el paso, desde luego el personal nativo calla y escucha, mientras el desconocedor lo baila.
La caja retumba y la guacharaca con su sonido idófono acompañan un solo de puya para despertar la alegría a los degustadores del folclore autóctono del Magdalena Grande.
El Festival Vallenato es arte, el festival es pasión, y lo que representa para la Economía Naranja del país es relativamente importante. La hotelería, los restaurantes, la industria musical, el transporte, las comunicaciones, la publicidad, entre otros, mueven los hilos conductores para que se dinamice la economía durante los cinco días del festival. Ahora se detuvo el bullicio en la plaza Alfonso López y los concursantes no pueden demostrar su destreza y talento al fiel público que lo acompaña.
Queda un vacío en abril, escuchamos música vallenata desde nuestras casas y al final vemos un oasis de un desierto musical que anhelamos sentir, y del que no sabemos para qué próxima primavera retornará.
El mundo quiso detenerse, pero no pudo escatimar la inspiración de los compositores, hoy cada verso revolotea en un lugar seguro con la esperanza de que en el día 116 del año pueda navegar en los oídos de los espectadores que se convierten en termómetros directos para las decisiones de los jurados.
Harán falta los más de 150.000 turistas que fortalecen la economía, los que se deleitan con las canciones inéditas, las piquerias y los concurso de acordeones en todas sus categorías con sus barras acompañantes, y las piloneras se ausentan indefinidamente de las aglomeraciones.
El cerro murillo como buen custodio de las historias de Valledupar, cargará con el recuerdo de otro abril sin su festival.
Solo tengo palabras para expresar la falta que me hace para esta época el Festival Vallenato. Esperemos hasta octubre para que se realice el certamen musical más grande de Colombia, coincidiendo la fecha con los cumpleaños de mi hermano Poncho Cotes Maya, mis primos Carlos Hernán Cotes y José Enrique Orozco ‘Gary’ y de ñapa el festejo que hace con los videos vallenatos exclusivos desde su canal de YouTube mi buen amigo y gestor cultural Toño Ibarra Tv; todos ellos grandes anfitriones que siempre se acompañan de una extraordinaria parranda y un buen trago de whisky.