“Respondió Dios a Moisés: Yo soy el que soy”. Éxodo 3,14.
La dimensión sobrenatural de Dios es un ámbito eterno, invisible, permanente, que nunca cambia; donde todas las cosas son y están completas. Es un presente eterno, es un perenne ahora, al cual solo se puede acceder por medio de la fe.
Nosotros nos movemos en el ámbito de lo natural, de lo temporal, lo relativo y pasajero; nos movemos en la dimensión del tiempo, el espacio y la materia; pensamos que eso es lo real. Pero en la mente de Dios solo existen valores absolutos. La dimensión natural se puede representar como una línea recta con un principio y un fin; mientras que la eternidad se puede representar como un círculo, sin principio ni final.
La dimensión espiritual es eterna, permanente, opera dentro del ahora como un presente continuo. Cuando entramos en la eternidad todas las cosas son. Allí mora Dios, allí no existe tiempo, solo eternidad. Es por medio de la fe que nosotros podemos escaparnos al tiempo y saborear la eternidad. Es por medio de la fe que podemos hacer realidad sus promesas de salud, liberación, salvación, prosperidad, provisión y paz. Es por medio de la fe que podemos vivir en victoria, de cara a los avatares de la vida.
No tenemos que estar sujetos a los sentidos para hacer posible lo imposible, porque la fe se apoya en el pasado, se proyecta hacia el futuro, pero se constituye en el presente, en el ahora. Muchas veces, nos privamos de ver las manifestaciones sobrenaturales de Dios, como señales, milagros y maravillas, porque esto toma lugar en el ahora y nosotros las estamos esperando en el futuro.
La esperanza se basa en el futuro, en la confianza que las cosas sucederán algún día; pero la fe se cimenta en el presente, en que Dios no necesita el tiempo, Él habita en la eternidad y se manifiesta en el ahora. La fe no se basa en el futuro, porque la fe no va a ser, la fe es, ahora.
Queridos amigos: Su palabra nos exhorta a que andemos por fe y no por vista. Cuando nos salimos de la fe para vivir según lo que vemos, nos enfocamos en los problemas, enfermedades y dificultades; pero cuando andamos por fe, podemos determinar la distancia entre lo visible y lo invisible. ¡Si creemos en nuestro corazón lo que decimos, lo que decimos nos será hecho!
En resumen, fe en el ahora consiste en aprender a ver las cosas como Dios las ve. Acostumbrados como estamos a ver las cosas desde la óptica de la lógica humana, ¿Cómo llegamos a tener fe en el ahora? Ocurre cuando la fe toca las cosas que no se ven, y nos ayuda a tener convicción y nos persuade a esperar que suceda lo imposible. Entonces, es menester activar nuestra fe para creer en cosas que parecen imposibles.
La fe se alimenta de lo imposible, percibe como un hecho real aquello que aun no es revelado a los sentidos. El desafío no es enfrentar las circunstancias de la vida con mi propia medida de fe; sino es saltar y apropiarme de la fe de Dios. Así las cosas, es más sencillo, porque el secreto no es tener fe en Dios, sino que Dios nos otorgue una dosis de la fe que a Él le pertenece.
La invitación cordial de hoy es a que recibamos la fe de Dios. Que permitamos que Dios obre desde adentro, destruyendo toda duda, incertidumbre, incredulidad, razonamiento y argumento que se levante contra el conocimiento de Dios y pueda impedirnos recibir lo que Dios nos ha prometido.
Estudiemos las Escrituras y conozcamos mejor a nuestro Dios, el conocimiento de la verdad presente establecerá los linderos por donde viaje nuestra fe en el ahora. No creeremos más de lo que conozcamos que Dios hace, de allí la importancia de estudiar su palabra y recibir revelación nueva cada día.
Recordemos: Sí queremos movernos en lo sobrenatural, tenemos que aprender a operar con la fe de Dios. Un abrazo cariñoso en la fe de ahora.