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Fe, cultura y la razón

Luis Napoleón de Armas P.

 

Ya que estamos en el año internacional de la fe, bien vale la pena dar un debate civilizado entre los términos que contiene el titular de este artículo para lo cual se necesita tener una definición consensuada de estos tres constructos. El concepto de cultura incluye conocimientos, costumbres, modos de vida, desarrollo artístico y credos. La cultura, se puede manifestar con creaciones tangibles, como una escultura; a veces se puede valorar como pasa en los credos; sentir o escuchar como en una melodía. En cada caso puede existir una escala convenida o personal para apreciarla o medirla. Por lo general, las culturas suelen estar asociadas a mitos lo que le imprime misticismo; hay que estar atento para delimitar la una de la otra, pero no toda cultura está asociada a la fe. Por ejemplo, el renacentismo, de naturaleza profana, rompió con el paradigma de la Edad Media postrada por el dogmatismo religioso, cuyo eje era la fe. Así, no existe causalidad obligada entre la fe y la cultura, pueden ser excluyentes. La fe, creo yo, puede ser de tres tipos. La más simple es la fe heurística o la que nos dan las corazonadas; es gratuita e irracional porque no se tiene el apoyo para presumirla; es el caso típico cuando decimos: “tengo fe en que esta tarde no va a llover”; es una forma común de expresarse. Existe otra fe basada en la teoría de probabilidades mediante la cual, por hechos o antecedentes ocurridos, se puede hacer algún pronóstico con alguna probabilidad de ganar; a esta fe se le puede llamar esperanza matemática y es totalmente racional. El tercer tipo de fe es la religiosa o esotérica mediante la cual uno se aferra a algún resultado mediante la creencia en alguna deidad, por una creencia imbuida, un milagro, por ejemplo. Esta fe es irracional y gratuita porque se  impone a la razón. Por naturaleza, el hombre es un ser racional, y si la fe no lo es, entonces estos conceptos son incompatibles. La fe de Abraham, 1.900 años a.C, de recibir la tierra prometida, no tenía sustento probatorio. Un hecho cierto es que los hebreos nunca tuvieron una patria y quienes presumían tener esa raza, anhelaban tenerla, al punto de alucinar Sus hipotéticos descendientes (Abraham era caldeo, parte de lo que hoy es Irak y hoy podría ser un chiita o un sunita) solo obtuvieron estas tierras en 1948, 4.000 años después, de manos de la ONU y de la Gran Bretaña, tras una guerra que aportó 50 millones de muertos. La oferta que le hizo su Dios, a Abraham, nadie puede certificar. Para el imaginario colectivo, la fe religiosa sigue siendo lo que no vemos pero que Dios ha revelado, aunque algunos como Tomás, discípulo de Jesús, han puesto sus reservas. Ver para creer…, dijo Tomás; equivale, hoy, a una sentencia periodística: “nada creas de lo que te dicen y solo el 50% de lo que veas”. Ojalá este tema sea un foro; el concepto de fe-cultura podría ser un sofisma subliminal para confundir mito con cultura, cuando el mito incide en la cultura, esta se deforma. Cuando escenificamos la fiesta de “las cargas” a finales de abril en Valledupar, lo que hacemos es malignizar la protesta de los Chimilas y sacralizar el poder y bondad de la Guaricha (la virgen) hacia los conquistadores; quizás los indígenas hayan envenenado las aguas pero la resurrección de los españoles es obra del cronista para impulsar la fe; el mensaje dado es que con el conquistador estaba Dios así como los hebreos inventaron que ellos eran el pueblo ungido para reprimir a otros. Es un mito repetitivo. Un año para la fe sería tedioso pero un minuto para la razón nos sacaría de tantas confrontaciones inútiles. Declaremos el año de la razón para arreglar el mundo.

nadarpe@gmail.com

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