“…Muéstrame tu fe sin tus obras y yo te mostraré mi fe por mis obras”. Santiago 3,18
Uno de los números más aclamados en el circo era cuando el payaso de pie en el extremo de una cuerda floja arengaba al público, preguntando quiénes creían que él pudiera pasar al otro lado guardando el equilibrio sin caerse. Todo el público gritaba y aplaudía. Luego, en el otro extremo, volvía a preguntar si creían que podía regresar sin caerse. Y después de varios viajes de ida y regreso, ante la algarabía del público, preguntaba nuevamente quiénes creían que podía lograrlo, ahora llevando una carretilla por delante. Frente al positivismo del público, lanzaba el desafío: Si alguien lo cree ¡venga y siéntese en la carreta y pasemos juntos al otro lado por la cuerda floja!
Es fácil creer cuando no estamos directamente involucrados en el asunto. El público creía que el payaso podía lograrlo, pero nadie estuvo dispuesto a asumir el riesgo de subirse a la carreta. Aquí, procuro demostrar que la fe es activa, no es pasiva. La fe se involucra, toma partido. La fe se mueve. La fe habla.
Se percibe en las redes que muchas personas dicen tener mucha fe en Dios, pero están viviendo en un letargo espiritual porque nada hacen. ¡La fe sin acción no es fe, está muerta y carece de significado! Si la fe no se expresa, no es fe. Si creemos que Dios es real y su palabra es cierta, entonces, debemos hacer lo que él dice que hagamos. Si no hacemos lo que Dios dice, en realidad no le creemos. La fe y la acción son inseparables.
Es triste reconocer que uno de los cuadros más frecuentes de la sociedad moderna es ver a grupos de personas que suponen creer, pero que poco o nada hacen. Claro, agradecemos el perdón de nuestros pecados y que Jesús está preparando un lugar en el cielo para nosotros; pero, básicamente, somos cobardes asustados y derrotados en este mundo. Nos quedamos anquilosados, soportando el presente, esperanzados en el futuro, pero dejando pasar las oportunidades y desafíos del tiempo presente.
Las congregaciones religiosas, para nosotros, funcionan como un hospital. Nos juntamos a comparar las heridas y a darnos ánimo unos a otros, anhelando que la promesa de su advenimiento se cumpla pronto y Jesús venga a llevarnos al lugar donde él está.
Amados amigos: bien que la Iglesia es un lugar de restauración y nuevos comienzos para cada día, pero también es un puesto de avanzada militar con órdenes precisas para tomar por asalto las fortalezas del infierno. Cada creyente debe disponerse como un fiel soldado de Jesucristo. Estamos en servicio activo y en acuartelamiento de primer grado. El gran mandamiento y la gran comisión son órdenes que estamos llamados a cumplir.
Estamos agradecidos porque la iglesia tiene una enfermería de campaña, donde se puede atender a los heridos y cansados; pero, nuestro propósito real es ser agentes de cambio y transformación en el mundo. Tomar partido, vivir nuestra fe y cumplir todo aquello para lo cual fuimos llamados por Dios. Claro amigo, podemos decir que creemos en Dios, incluso que le creemos a Dios y su palabra, pero si no participamos activamente en sus planes y propósitos seguiremos siendo niños en nuestro crecimiento espiritual. Más allá de solo mantenernos a flote o incluso retrocediendo, oremos para que Dios nos impulse hacia delante. ¡Activemos nuestra fe!
Fuerte abrazo y bendecida semana.