Mantener las mismas siglas que visibilizan cincuenta años de subversión con actos cruentos y dolorosos, es un denso acto de soberbia, de hombres obstinados e invariablemente cinicos. Intrínsecamente perversos. Sin cerebro político. Pero mejor porque será referente para que la ciudadanía no los acompañe en el devenir de sus programas políticos.
Fuerzas Armadas de Colombia, Ejercito del Pueblo –FARC-EP- fue cosméticamente parafraseada por Frente Amplio de Reconciliación de Colombia-Esperanza del Pueblo –FARC-EP-. ¡Qué esfuerzo inteligente! Destemplados. He ahí ejemplo de terquedad política y de recortada visión histórica. Mantener el hilo conductor de lo subversivo, cruento, compromete la reconciliación. Han debido desprenderse definitivamente del trágico pasado, enterrando esas funerales letras.
Pero eso está bien. Porque insístase todo se le cobrará en las urnas. Pocos votarán con ellos ante la conservación de la abreviatura fatal. La confrontación con el nuevo partido tiene que ser esencialmente dialéctica, de debates de ideas y de visiones de patria. De Estado. Nada de sembrar odios, ni de reivindicarlos a cada rato. Sus ideas se derrotan en franca lid electoral y en democracia.
Su ingreso como partido político debe civilizadamente aceptarse en el ámbito de la política partidista. Hacia delante la disputa tiene que ser conceptual en torno de lo que entienden es no solo la democracia sino políticas y trazados ideológicos que beneficien a la sociedad. A las gentes buenas de Colombia.
Todo indica que no se saldrá del insondable laberinto de hacer parte de las ideologías de derecha o izquierda política. No hay más opción. Siempre los mismos con las mismas procuran posicionar sus planteamientos y mezquinas posturas partidistas. Lo que no se comprende es que en ambos escenarios se asumen portes autoritarios. No de persuasión racional sino de imposiciones. Permanece la nefasta digresión entre buenos y malos. Y de recíprocamente proyectar siempre miedos.
El panorama idéntico en todo tiempo, los de derecha enfrentados entre sí y devorándose. Los de izquierda igualmente heterogéneos. En ambos lados una jauría de intereses yuxtapuestos (mayor o menor autoritarismo). Cada quien personaliza sus perspectivas de concebir el manejo de la cosa pública y del insondable mundo del poder. Hoy más penetrante, los egos señorean las ideas y enfoques. Y por favore la corrupción, ¡qué horrore!
Bien idos, FARC-EP fascista. Ha muerto. Silenciado los fusiles. Bienvenida FARC-EP, sin corte rígidamente jerarquizado y militar. Ha nacido un nuevo partido político. En todo caso, nos imaginamos las discusiones de ¡padre y señor mío! al interior de esa organización, para seleccionar el nombre del partido político con las que ingresarían a la vida democrática del país. Y como siempre equivocados.
Por supuesto que muchos no están conformes con la llegada de un nuevo partido a la jauría electoral colombiana. Todos al unísono reconocemos que la guerrilla y las Autodefensas Unidas de Colombia, se degradaron en crasa criminalidad monda y lironda. ¿Qué tal que surgiera otro movimiento político: Alianza Unida por Colombia -AUC- y a continuación se fusionaran con la FARC-EP? Recientemente dejaron registro fotográfico.
Una cosa final. ¿Por qué conservarían la nefasta sigla? En términos del ciclista de Urrao: .yo que voy a saber “güevón”. Definitivamente nada de ingeniosos. Sin pies sobre la tierra. Error imperdonable. ¡Habrá rechazo electoral!
Por Hugo Mendoza Guerra