Rosando con mis pies desnudos el sereno mañanero, sentí pasar muy cerca de mis oídos el zumbido de la brisa que golpea fuerte mi cuerpo asegurándose de que esté ahí, mi cabello se eriza moviéndose con prisa, mis poros destilan vapor con fragancia a café, rosadas están mis mejillas, pero no todo lo que veo son maravillas, siento cada vez más cerca, mi peor pesadilla.
Se aceleraba mi reloj de tiempo y se posa sobre mí una flor ardiendo, era el sol saliendo; Me abraza el frío de la montaña, tornándose todo gris vi venir lo que sería mi desgracia, Se acerca y me dice -¡tranquila, cuidaré de ti! No sabía con exactitud lo que quería de mí, pero podía ver en sus ojos la cruel maldad que corría por él; poco a poco era más claro y cada palabra que decía aumentaba en mí una dosis de miedo, traté de alejarme y esquivarlo, pero mis pies empezaron a tambalear y mis manos a sudar, se dilataron mis pupilas y lluvias de suplicas caen de ellas, solo le decía, ¡no lo hagas déjame ir! ¡Por favor! ¡Por favor! Todo pasó muy rápido, cerré mis ojos y no recuerdo más de mi existencia, no sé cuánto tiempo paso ahí; desperté cansada y ultrajada, ya era presa devorada, como despertando de la anestesia de inmediato un dolor invade mi cuerpo y en mi alma una huella deja, ya no había duda de preguntarme que habría pasado, solo me quedaba asimilar que ya era un hecho. De ahí solo quedan las preguntas, una en común, ¿Por qué a mí?; se crearon fobias en mí, “si estoy sola, tengo miedo y si estoy cerca de alguien también”. Se invadió mi corazón de ira y mi deseo siempre fue ver a esa persona infeliz por el resto de su miserable vida.
Fui creciendo y conmigo el deseo de venganza. Aquel sujeto con frecuencia visitaba mi posada, queriendo repetir aquella escena. Junto a mi familia disfrutaba de una deliciosa cena y como si nada hubiera pasado, me saludaba amablemente. Terminando de comer, mi madre me manda a servir el postre; mi pensamiento al hacerlo fue, el de envenenar su comida, lo que terminó siendo un hecho. Mi deseo de venganza pudo más que yo y por causa de eso, la luz se convirtió en oscuridad, rodeada de cuatro insípidas paredes por casi, el resto de mi vida.
Por: Luz María Rincón – I.E. Casimiro Raúl Maestre