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Faltan planes concretos para hacerle frente al desempleo

A riesgo de llover sobre mojado volvemos a referirnos al tema del aumento del desempleo. Esta semana, que no ha sido de buenas noticias para el gobierno, deja otra que ratifica el drama que viven millones de colombiano por la falta de un trabajo o de un ingreso permanente.
El dato es demoledor: el desempleo llegó en enero a 14,6 por ciento, la tasa promedio nacional más alta en los últimos seis años, es decir todo el gobierno del Presidente Álvaro Uribe Vélez. Frente al desempleo de enero del año pasado el aumento de la tasa fue de 0,4 por ciento, lo que equivale a 298 mil personas; es decir que en cifras absolutas el problema del desempleo abierto afecta a  3.128.000 personas; un mundo de gente.
Las cifras del Departamento Nacional de Estadísticas (Dane) muestran que en las 13 principales ciudades del país la situación es peor, ya que el desempleo llegó al 15,3%.
Este dato, detrás del cual hay una grave problemática económica y social, ratifican que las políticas económicas del Presidente Uribe en materia de generación de empleo fracasaron, a pesar de una reforma laboral que abarató los costos de contratar y mantener personal recortando las horas extras, dominicales y festivos a muchos trabajadores.
Aunque el tema de la generación de empleo fue uno de los “Cien puntos” del programa de Uribe, sus políticas económicas no hicieron énfasis en la generación de puestos de trabajo sino en la reducción de los costos del capital, con lo que el gobierno ha llamado de manera eufemísticamente “la confianza inversionista”.
La confianza inversionista sirvió para estimular la renovación de maquinaria y equipos, con unos estímulos tributarios billonarios, con unas exenciones que según expertos y estudiosos del tema no se justifican y lograron su propósito de estimular la capitalización de varios sectores de la economía, pero la misma no se reflejó en la generación de más puestos de trabajo.
En alguna oportunidad, Uribe Vélez convocó a sus ministros ha trabajar en una estrategia de empleo, pero al final esta nunca se concretó en planes concretos y específicos.
Adicionalmente, desde el año pasado cuando la recesión mundial entró en su fase más crítica el gobierno nacional, principalmente el Presidente Uribe y su ministro de Hacienda, Oscar Iván Zuluaga, se apresuraron a afirmar que Colombia estaba blindada frente a la crisis y los hechos que son tozudos demostraron que nuestro país, como la gran mayoría de los países de América Latina, no estaba, ya que no podía estarlo, blindada frente a semejante bajonazo global.
Nos demoramos en reconocer que la crisis nos afectaría, y también nos rezagamos en poner en marcha un plan anticrisis que luego fue anunciado, pero  sobre el cual el propio gobierno ha guardado silencio y por lo tanto no ha habido monitoreo y seguimiento sobre el mismo, a pesar de que se designó un funcionario de alto nivel en el Palacio de Nariño para atender este tema.
Lo hemos dicho varias veces en estas páginas, fue un error del presente gobierno el haber eliminado el Ministerio del Trabajo para fusionarlo con la cartera de salud y crear el Ministerio de la Protección Social, que no ha podido atender de manera adecuada y oportuna  ni el problema del empleo ni el de la salud.
Y  pesar de que el Minhacienda insista en restarle importancia al tema, no es sensato desconocer la gravedad del problema.  En lugar de negarlo, el gobierno lo que tiene que hacer en coger el toro por los cuernos y poner a funcionar en serio un programa de choque para generar empleo masivo, a partir de aumentar prudencialmente el gasto público y estimular el privado en los proyectos de vivienda de interés social que el país necesita, en infraestructura y en cultivos de ciclo corto, a través de créditos, para lograr resultados rápidos y en un corto plazo.
A mediano y largo plazo, el tema es más de fondo y ya crece el número de expertos y centros de estudio que proponen estímulos tributarios a las empresas, pero amarrados a la generación efectiva y concreta de un número determinado de puestos de trabajo, según el tamaño y el volumen de capital de la empresa.

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