Recién llegué a Valledupar, de vuelta de Barranquilla tras mis estudios de Comunicación Social – Periodista en la Universidad Autónoma del Caribe, me convertí en corresponsal del periódico El Heraldo en el Cesar. En ese medio periodístico duré 8 años largos, a partir de la década de 1990.
Fue una época pletórica, aquí había una gama de profesionales muy prominentes y otros personajes importantes. La bancada de la medicina la integraban -en su mayoría- profesionales y especialistas de los pueblos de La Guajira, Magdalena, Córdoba, etc., y muy pocos de Valledupar.
En ese devenir periodístico conocí al médico urólogo Oswaldo Angulo Arévalo, oriundo de Chiriguaná, pueblo del Cesar al que se le reconoce su histórica presencia de gente altruista y de probos intelectuales, especialmente en el campo de la docencia.
A través de él también conocí al médico cardiólogo Ronny López Pérez. Supe después que eran compadres y grandes amigos, tanto que el uno no se hallaba sin el otro. Ronny fue por años el médico de mi mamá, Dominga Zuleta Ramírez, y de mi papá, Aquilino Cotes Calderón. Siempre que mi mamá venía de Codazzi a una cita con Ronny, le traía arepas de queso y cocadas que ella hacía con el mayor cuidado. Luego de fallecer mis padres me quedó la amistad con él y con mis 13 hermanos.
Pero, el médico Ronny López enfermó y su amigo Osvaldo Angulo lo acogió. Ronny padece de una “enfermedad rara” llamada “enfermedad huérfana”: una enfermedad poco frecuente que afecta a pocas personas.
Cada día Osvaldo estaba pendiente de su amigo Ronny. Nunca lo desamparó. Era como su “enfermero” de cabecera.
Como ya me metí en este cuento y estos relatos recuerdan al urólogo Osvaldo Angulo Arévalo, sigo. Osvaldo fue eso: un gran ser humano, un gran científico de la medicina, un señor por encima de sus títulos. Su sonrisa amistosa y su pausada voz segura y virtuosa fueron siempre sus señales y amor por su medicina. Fue un hombre consultor y aplicado, elegante en su vestir y dadivoso.
Osvaldo Angulo también fue un académico consagrado. Por un par de años fue miembro del Consejo Superior de la Universidad Popular del Cesar, en representación del presidente de la república.
Con él hice una bonita amistad por aquellos asuntos del periodismo y su profesión, fue un ser íntegro y era amigo amigo. Yo tengo un gran recuerdo y gratitud hacía él. Una noche, mi padre de 90 años se enfermó y el médico que lo atendía en la casa ordenó urgente la evaluación de un urólogo. Mi papá estaba en casa de una hermana en Valledupar, el médico advirtió que no se podía movilizar. Entonces, llamé al doctor Osvaldo, eran las 8 de la noche. Cuando respondió me dijo que estaba saliendo de una cirugía complicada a un paciente. Le expliqué lo de mi papá, me pidió la dirección de mi casa y en 20 minutos llegó.
Examinó a mi papá durante casi una hora. Luego ordenó unos medicamentos y dijo que en una semana lo lleváramos a su consultorio. Ya eran las 11 de la noche y a mi hermana se le ocurrió preguntarle: “Doctor Osvaldo, ¿cuánto se le debe?”, él respondió mientras me echaba su brazo izquierdo en mi hombro. “Yo me arreglo con Aquilino, no hay problemas”, dijo sonriendo.
Me dijo: “No me debes nada Aquilino, mis amigos son mis amigos”. Esa frase tan llena de bondades y aprecio también me la dijo hace unos meses en una consulta médica el médico cardiólogo Rafael Bolaño Guerrero.
Po el fallecimiento del doctor Osvaldo Angulo hay luto, hoy sus familiares, sus colegas, amigos, pacientes lo despiden. Paz en su tumba querido amigo. Hasta la próxima semana.
Por: Aquilino Cotes Zuleta.