Tras ostentar el título de señorita Cesar en el 2009, la copeyana Sara Ordóñez Herrera reaparece en las pantallas diez años después como participante de Master Chef Latino. Actualmente tiene 33 años, es ingeniera industrial, especialista en Gerencia de Proyectos y magister en Ingeniería Administrativa. Vive en Miami, Estados Unidos, donde se casó con Armando Redondo y tuvo una hija que le puso por nombre Victoria.
Ella es testimonio de que toda situación puede variar dependiendo la actitud con la que cada persona decida enfrentarlo. Lo anterior lo asegura porque al año de estar lactando recibió un golpe de su hija en el pecho. Luego, sintió un dolor, se palpó y de inmediato recurrió al médico, que le encontró un carcinoma en estado dos en el seno derecho, además de un gen mutado que tiende a producir cáncer de seno.
Al escucharlo, manifiesta que, por 30 segundos, sintió que la vida se le iba. No obstante, se levantó, decidió avanzar y aunque atravesó por un proceso duro, manifiesta que no pensó en desfallecer. Se dio la oportunidad de llorar para luego comprender que todo hacía parte de un proceso por parte de Dios, con un propósito contundente.
Hoy, con una sonrisa en su rostro y llena de vitalidad, usa sus redes sociales para motivar a las personas, sobre todo a quienes padecen de cáncer. Sus publicaciones tienen palabra de vida y en estas impulsa un movimiento basado en la idea de que “las personas se pueden sanar a través de la mente y del alimento físico y espiritual”.
SUS PROYECTOS
A través de la enfermedad, Sara señala que sintió la necesidad de cambiar cada receta culinaria en un plato saludable para el cuerpo, de modo que uno de sus lugares preferidos siempre fue la cocina, así como recibir clases de health coach para conocer los beneficios de los alimentos.
La cocina es para Sara el mejor aliciente. Asegura que a través de esta crea platos que satisfacen el paladar y benefician la salud de las personas.
Adicionalmente, le ha apuntado al emprendimiento, creando una marca de turbantes para todas las mujeres que han padecido cáncer y para quienes deseen lucir, como ella le denomina, fashion.
“En medio de mi proceso pude darme cuenta que todas las mujeres somos reinas. Entonces, para mí el turbante es la corona de vida y de fe que Dios me regaló y, a través de sus nudos, podemos representar el amor, el poder y la fuerza que hay cuando se atraviesa un proceso duro. Esta corona no necesita que te la pongan en un concurso”, asevera.
Cuenta con una página web, en la que ofrece todos sus productos, incluyendo unas arepas de yuca que hace con sus manos y ofrece a todo aquel que desee.
Por: ANNELISE BARRIGA RAMIREZ / EL PILÓN
annelise.barriga@elpilon.com.co