“La situación es apocalíptica, Beirut jamás ha vivido esto en su historia”, de esa forma el gobernador de Beirut, Marwan Aboud, describió la magnitud de la tragedia en la capital libanesa tras dos explosiones en una fábrica de fuegos pirotécnicos el martes.
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Según los reportes entregados por la Cruz Roja, más de 100 personas perdieron la vida y alrededor de 4.000 resultaron heridas. Sin embargo, manifestaron que la cifra puede ascender a raíz de las labores de búsqueda que realizan en los escombros.
Por otro lado, el gobernador de Beirut indicó que más de 3.000 personas se quedaron sin viviendas por los enormes daños en las edificaciones originado por la onda expansiva.
La potencia de las explosiones, que se consideran accidentales, fue tal que los sensores del Instituto Geológico de Estados Unidos (USGS) lo registraron como un sismo de magnitud 3,3. Y su onda de choque se sintió hasta en la isla de Chipre, a más de 200 kilómetros de distancia del Líbano.
Entre tanto, las autoridades libanesas manifestaron que un cargamento de nitrato de amonio de 2.750 toneladas sin custodiar fue la causa de la explosión, aunque se desconoce el origen. Nada indica, por ahora, que las explosiones hayan sido provocadas deliberadamente.
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Países como Holanda y Francia ya tienen equipos de trabajadores humanitarios en Beirut. La ministra holandesa de Cooperación al Desarrollo, Sigrid Kaag, confirmó que 67 trabajadores holandeses, incluidos médicos y enfermeros, ya se encuentran en la capital libanesa y “tiene una experiencia especial en búsqueda de supervivientes”.
El Consejo Supremo de Defensa libanés decretó ayer Beirut como “zona de desastre” y este miércoles es el primer día de luto nacional declarado en el país.