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Europa: sigue la crisis y crece la xenofobia

Por: Imelda Daza Cotes

En Europa persiste la crisis económica y sus efectos sobre el empleo empiezan a sentirse crónicos. Las soluciones no parecen acertar. En EEUU, varios premios nobel de economía y muchas personalidades vienen exigiendo del gobierno mas medidas de estímulo a la producción y facilidades crediticias. La preocupación de los gobiernos europeos es otra  y  tiene que ver con la estabilidad presupuestaria, por eso proponen austeridad en el gasto, esto es, recortes.
Si bien es cierto que en los tres trimestres recientes la producción ha tenido una cierta recuperación, el haber apelado a la emisión de deuda en mercados deformes volvió a posicionar a los bancos y los consorcios financieros que pudieron así promover las medidas de ajuste que tanto disgusto vienen causando en los ciudadanos y que no ayudarán a recuperar la economía. Es un truco viejo ese de asustar con la deuda, causada a su vez por los mismos bancos, para que todos acepten unas medidas que favorecen  al gran capital mientras frenan la economía. La reducción de salarios y el recorte de programas sociales tienen un efecto recesivo en la economía porque desestimulan la demanda interna y acto seguido reducen la producción.
La leve recuperación económica que se ha visto en los últimos meses, sobre todo en Alemania, es consecuencia de los estímulos provenientes del gasto público de tiempo atrás. Con los recortes al gasto que se han impuesto últimamente, ese efecto desaparecerá. Nada indica que ese crecimiento económico sea sostenible porque nada se ha reformado y el sistema financiero sigue igual. Los bancos operan bajo las mismas condiciones, así es que seguirán especulando y la actividad empresarial opera en un ambiente de gran incertidumbre causado por las limitaciones en la financiación más que por  el déficit. Entonces la disminución del gasto, cuando el empleo no es suficiente y cuando las ganancias de las empresas se concentran y se canalizan a la especulación, no puede generar sino la caída de la producción.
Estas recetas, recomendadas por los fundamentalistas del FMI, son las mismas que tiempo atrás se aplicaron en Latinoamérica, en África y en Asia donde produjeron males peores que los que pretendían curar: menos crecimiento económico, más desempleo, más inequidad y más malestar. En buena hora países como Argentina rechazaron estas fórmulas, suspendieron las privatizaciones,  el Estado asumió el protagonismo requerido y así reorientaron la economía.
Los efectos de la crisis en Europa son notorios y el malestar social es indisimulable. Las protestas crecen y la inquietud ciudadana se manifiesta de diversos modos. Hay tensión social en el centro, en el este y en el sur de Europa, hay mal humor social y hay confusión. No todos los ciudadanos comprenden las causas de la crisis. Los mejor informados protestan contra los gobiernos que han descargado sobre los trabajadores y sobre la gente del común el peso de una crisis que generaron otros. ¿Por qué han de ser la inversión social y el salario del obrero o del funcionario público los que tengan que resolver el déficit mientras los banqueros reciben subsidios y préstamos blandos de los gobiernos?, es la pregunta.  Otros lo ignoran todo o no quieren entender  y manipulados por la derecha europea, canalizan su inconformidad contra los inmigrantes a quienes señalan como los culpables del desempleo de los nacionales. Pretenden desconocer el enorme aporte de la mano de obra extranjera durante el largo período de bonanza económica.  La xenofobia y el racismo crecen, y se expresa en los resultados electorales. Aparecen más partidos y movimientos políticos de extrema derecha. El desempleo llega al 10% en la eurozona y el efecto dominó de la crisis continúa. El espejismo que atrae la inmigración se ha roto. Para los latinoamericanos es hora de quedarse en casa y presionar allá por soluciones nacionales y locales al grave desempleo que expulsa a tantos hacia el vacío, soñando con las grandes oportunidades en un viejo continente que en materia laboral  tiene muy poco para ofrecer al resto del mundo. También aquí la precarización laboral es un hecho y el fantasma del fascismo asusta a muchos.

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