Raúl Bermúdez Márquez
Se vivían tiempos de revoluciones y de sueños libertarios. Napoleón había hecho trizas los paradigmas de la época, demostrando a la Europa del siglo XVIII que un hombre sin ascendencia ilustre también podía acceder al poder. El Pequeño Corso, como era llamado, ya era general a los 23 años y a los 35 se consolidaba como el gran soberano francés, el hombre más poderoso del mundo. Napoleón se convertía en el gran referente de miles de soñadores que tan solo necesitaban saberse capaces de lograr una hazaña histórica. Entre sus émulos, Joseph Hermógenes Maza, un neogranadino proveniente de una acaudalada familia y nacido el 20 de abril de 1792en el barrio “Las Nieves”, en Santafé de Bogotá.
En pleno auge napoleónico,llega el año de 1810 y el estudiante Maza a los 18 abriles decide recibir su última clase escolar el 20 de julio. De allí en adelante abrazó la causa de la independencia y se alistó en el batallón Auxiliar. Al año siguiente, participó en la campaña de Ocaña y en el combate de Mosquitero, Venezuela, contra el realista Boves. Como Maza, son muchos los estudiantes que dejaron su huella indeleble en la historia del país. Durante el decenio de 1920, el movimiento estudiantil estuvo inspirado en el Manifiesto de los estudiantes de la Universidad de Córdoba (Argentina). Y es precisamente en 1928, en un ambiente de gran agitación nacional, cuando se desata la huelga de los trabajadores de la zona bananera que exigían mejores condiciones laborales a la compañía transnacional United Fruit Company. Para conjurar la protesta, el presidente de la República, Abadía Méndez, declaró el Estado de Sitio y nombró como Jefe militar de la zona al General Carlos Cortez Vargas, quien ordenó disparar contra la multitud obrera que – reunida alrededor de la estación del Ferrocarril en Ciénaga– esperaba indefensa una respuesta a sus peticiones.
En tales circunstancias se produjo la pavorosa Masacre de las Bananeras. Al año siguiente, el 8 de junio de 1929, una manifestación estudiantil conmemorativa de la masacre y de protesta por el nombramiento de Cortez Vargas como Jefe de la Policía en Bogotá, fue duramente reprimida al llegar al Palacio Presidencial, con el trágico resultado de la muerte del estudiante de la Universidad Nacional Gonzalo Bravo Pérez. 25 años después, el contexto era diferente: La industrialización había avanzado, el asesinato de Gaitán en 1948 había detonado la Violencia y el General Gustavo Rojas Pinilla había asumido el poder.
El 8 de junio de 1954, los estudiantes organizaron la conmemoración anual de la muerte de Gonzalo Bravo, con una marcha pacífica desde la ciudad universitaria hasta el palacio Presidencial. Durante el recorrido se presentaron algunas escaramuzas, pero finalmente la marcha pudo continuar hasta el centro de la ciudad. Concluido el acto, cuando retomaban a la sede de la ciudad universitaria, repentinamente apareció la fuerza pública y una descarga de fusil segó la vida del estudiante de Medicina de la Universidad Nacional, Uriel Gutiérrez. Los estudiantes, indignados, se reunieron en los predios de la Universidad y programaron una manifestación de protesta para el día siguiente. El 9 de junio, la marcha avanzaba por la carrera séptima en dirección al palacio Presidencial cuando apareció la orden verbal de disolverse. Los manifestantes se sentaron pacíficamente en los andenes y algunos líderes pronunciaron discursos. De un momento a otro, se escucharon las descargas de las carabinas punto 30 y…“Sobre el pavimento quedaron 11 cadáveres y cerca de cincuenta heridos…” (A. Chaux Herrera).
Conclusión necesaria: la fecha que hoy se conmemora en Colombia no debe ser pretexto para realizar actos vandálicos promovidos por grupos anárquicos; tampoco un motivo para festejos truculentos que mancillen la memoria de tantos mártires del movimiento estudiantil. Es una fecha ideal para propiciar reflexión…, mucha reflexión, sobre el papel que el movimiento estudiantil juega en la tarea de forjar una sociedad justa, democrática e incluyente.
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