“Esto ha sido un secuestro”, dijo Salud Hernández al recobrar su libertad. Un secuestro que el Gobierno sistemáticamente quiso negar. “No tenemos evidencia para decir sí es un secuestro”, aseguró unas horas antes el Ministro de Defensa. Santos fue más atrevido: “la información que tengo [es que] ella se fue a hacer un trabajo periodístico por su propia voluntad”, dijo, y agregó que sus fuentes eran “fidedignas”.
¿“Fuentes fidedignas”? Las oficiales, como Inteligencia Militar, le habían informado que comunicaciones interceptadas mostraban que Salud había sido secuestrada por el Eln. Lo ratificaban todos los análisis. Santos prefirió creerle a León Valencia, antiguo eleno, que dijo que había “conversado con gente muy cercana a ellos… y han dicho que no tienen a Salud”.
Santos y su Ministro no solo no aceptaron que Salud estaba secuestrada sino que hablaron de “retención” y “desaparición”. En el derecho interno no existe la “retención” y en el derecho internacional el secuestro es una “toma de rehenes”. “Retención” es el eufemismo que ha usado la guerrilla para esconder esa conducta atroz. Eso parecieron hacer todo el tiempo: esconder el secuestro del Eln.
El episodio demuestra el valor de Salud y su ejemplo de vida. Es la única periodista de fama que no teme reportear en terreno, ingresar en las áreas de los criminales y mandar el demonio a sus secuestradores: se negó a leer el declaración que envió el Eln con ella. Y tuvo además la vergüenza para sostener que “[me dio] pena pensar en la atención que hemos recibido nosotros en comparación a los otros secuestrados”.
Vergüenza que no tuvieron ni Santos ni Villegas que no solo no defendieron la libertad de prensa sino que ahondaron sus diferencias con la Fuerza Pública. Los militares y los policías no confían en su Comandante en Jefe y no respetan, ni un poquito, al Ministro de Defensa. Adentro creen que solo apuestan a proteger a las guerrillas y el “proceso de paz”.
Y queda probado que hay regiones que están, otra vez, bajo dominio de los grupos ilegales. Prueba de lo que se viene en el “postconflicto”: transferencia de hombres y territorios de las Farc al Eln y proliferación de cultivos ilícitos y, pegados a ellos, de grupos armados ilegales. Pasa en el Catatumbo. En dos años los cultivos de coca aumentaron en un 500 %. Con unas guerrillas tan degradadas como las Farc y el Eln, el eclipse de las marcas subversivas no significará la desaparición de las bandas criminales. El narcotráfico es y seguirá siendo el eje de la violencia. El Gobierno no solo no lo entiende sino que ha actuado para favorecer los narcocultivos. El Catatumbo también prueba que aunque las guerrillas dejen de matar, no solo no cesará la violencia, sino que aumentará la conflictividad política y social. “La política por otros medios”.
Por Rafael Nieto Loaiza